30 de noviembre de 2012

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La docta ignorancia de la Dra. Alison Spedding

La Dra. Spedding ha presentado, el pasado 21 de marzo, un libro suyo titulado "Descolonización" (La Paz, ISEAT, 2011), cuya idea básica es "desentronizar" y, al parecer, de-construir la teoría poscolonial.

colonialismo Más allá de lo que se podría espe­rar de un título tan interesante, el libro abunda no sólo en una serie de lugares comunes, sino también en varios errores y despistes teóricos, políticos y epistemoló­gicos, a cuyo desvelamiento nos dedicamos en el presente artículo. Por razones de espacio, nos limi­tamos a exponer las equivoca­ciones más penosas.

Primer capítulo: La autora hace un salto brusco e incoherente del tratamiento de África (movimien­tos de liberación nacional) a la "crítica" del pos-colonialismo y no indica por qué o para qué es esta crítica. En general, el tratamiento del anticolonialismo es insuficiente, simplifica al extremo las heroicas luchas de los pueblos africanos.

La autora ignora la obra y el pen­samiento de los líderes africanos: Patrice Lumumba en el Congo, Kwame Nkrumah en Ghana, Félix Mumié en Camerún, Amílcar Cabral en Guinea-Bissau, Sékou Touré en Guinea, Jomo Kenyatta en Kenya, Agostinho Neto en Angola, entre muchos otros próceres africanos.

Los estudios postcoloniales han surgido en el período posterior a los combates anticoloniales; por tanto, es absolutamente necesario referir el desarrollo teórico y político de las luchas de descolo­nización de los pueblos del "tercer mundo".

Es también una falta muy grave ignorar el análisis teórico y político de la obra de F. Fanon, "santo patrón del poscolonialismo" (p. 44), una alusión por demás irónica. La autora se limita a mencionar Los Condenados de la Tierra y al pare­cer no conoce Sociología de una Revolución (México, Era, 1976), menos Por la Revolución Africana (México, FCE, 1975).

Es asimismo deficiente el trata­miento de E. Said, a quien hay que entenderlo como crítico y también como militante, cuyo compromiso político (como se sugiere en la p. 44) con la lucha del pueblo palestino contra la ocupación sionista e israelí es por demás característico. Ver, por ejemplo, Nuevas crónicas palesti­nas (Barcelona, Mondadori, 2003).

orientalism La comprensión de Said no puede ni debe limitarse a Orientalismo, al menos hay que considerar Cultura e Imperialismo (Barcelona, Anagrama, 1996) que si bien, en la p. 41, la autora nombra esta obra, lo hace a través de M. Mellino y en la bibliografía refiere el título en inglés.

La autora habla, en la p. 26, de los "Estudios subalternos" y, en la misma página, refiere "Otro pro­ducto de ellos (¿?), Stuart Hall"; es obvio que incurre en una muy grave confusión. S. Hall no tiene nada que ver con los subalternis-tas, él es uno de los fundadores de los estudios culturales en Birmingham. Para informarse sugiero leer Sin Garantías. Trayectorias y problemáticas en estudios culturales (Popayán, PUJ, IEP, UASB y Envión, 2010).

La relación, que la autora esta­blece, entre postmodernidad y postcolonialidad, p. 34ss, es sim­plista. Desde y a partir de América Latina (A.L.) hay necesidad de complejizar la comprensión de la post modernidad y la post colo-nialidad. Para ello sugiero revisar, por ejemplo, S. Castro-Gómez, "El poscolonialismo como teoría crítica de la sociedad globalizada", en: Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial (Bogotá, CEJA, 1999).

En resumen: el primer capítulo es superficial, insulso e insustancial y no da cuenta de la diversidad teórica y política del postcolo­nialismo.

Segundo capítulo: La autora banaliza, en la p. 43, la expansión colonial de Europa, "la única fina­lidad -dice- era tratar de ganar", cual si se tratara -escribe- de un mero juego, denotando con ello una concepción extremadamente simplista de la dominación moderno-colonial.

El debate esencialismo versus antiesencialismo (p. 44ss) es insul­so e insustancial, quién (a estas alturas) no entiende que la identi­dad es dinámica, es pues una obvie­dad obvia (valga la redundancia).

La autora afirma, en la p. 46, "muchos (¿?) autores escriben sobre los grupos sociales en términos tan esencialistas..." y no nombra un solo autor "esencia-lista". Como esta afirmación inconsistente e infundada hay muchas en el libro.

También alega, en la p. 48, que "falta un análisis de las especifici­dades del colonialismo francés". Me extraña que la autora desconoz­ca, entre muchas otras, la valiosa y productiva obra de F. Fanon.

En la misma p. 48, la autora compara el colonialismo francés con el británico y afirma que los británicos habrían intentado "tran­sar pacíficamente con los nacio­nalistas nativos" y cínicamente habla de "la aceptación caballe­resca británica", lo cual es absolu­tamente falso, basta ver la violen­cia genocida ejercida contra el pueblo de Kenya y la consiguiente rebelión de los Mau Mau (1952­56). Los británicos estaban acos­tumbrados a mantener el orden con métodos de violencia expedi­tiva, como eran los de bombardear y exterminar a los indígenas rebel­des. Sugiero leer, entre muchos otros, Un grano de trigo de Ngugi Wa Thiong'o (Madrid, Zanzíbar, 2006), un libro en el que el autor relata su infancia marcada por la guerra que emprendieron los movi­mientos anticoloniales contra el brutal dominio británico. Y para enterarnos de la violencia colonial en América latina y el Caribe ejercida por los "caballeros" ingle­ses basta leer el genial trabajo de

Eric Williams, Capitalismo y escla­vitud (Madrid, Traficantes de sueños, junio de 2011).

En la p. 49, la autora afirma "Se ha criticado a Foucault por ignorar totalmente a las colonias y el colo­nialismo en sus estudios", autorita­riamente falso. Para rastrear el modo en que Foucault piensa "las relaciones de colonización" y entiende el problema de la colonia-lidad hay que examinar la relación (que él establece) entre racismo y bio-política. Foucault introduce la siguiente reflexión: "El racismo va a desarrollarse, en primer lugar, con la colonización, es decir, con el genocidio colonizador" (Fou-cault, Defender la sociedad, México, 2001: 232) para explicar­nos que las colonias (fuera de las fronteras europeas) fueron uno de los laboratorios en los que se probó el racismo, entendido como estra­tegia de guerra y, más propiamen­te, como un dispositivo bio-político de guerra colonial.

En la p. 58, la autora habla de "contradicciones o puntos de deba­te. no todos ellos destacados en el artículo original de Spivak" ("¿Puede hablar el sujeto subalter­no?"), totalmente falso. Para reba­tir a Alison basta ver el propio libro de Spivak, Crítica de la razón pos-colonial (Madrid, Akal, 2010), que Alison cita en la bibliografía, pero al parecer no lo ha leído. Recomien­do la lectura del tercer capítulo, "Historia" (pp. 201-204), donde Spivak revisita su famoso ensayo.

En resumen: la autora continúa con las divagaciones del primer capítulo y no dice nada, decidida­mente nada del posicionamiento "descolonial" (título del capítulo).

Tercer capítulo: En la p. 70, la autora afirma: "los poscoloniales descartan los criterios convencio­nales de calidad literaria o acadé­mica", falso a más no poder, aquí -el capítulo está referido a América latina- la producción pos(de)colo-nial es rigurosa, podríamos citar un montón de libros contemporá­neos, pero por razones de espacio nos limitamos a mencionar dos libros de S. Castro-Gómez, La hybris del punto cero. Ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada (Bogotá, PUJ, 2005) e Historia de la gubernamentalidad (Bogotá, Siglo del Hombre, 2010).

En la p. 72, la autora alega haber revisado "la bibliografía sobre poscolonialismo y descolonización" y asevera que ha encontrado una "única referencia a Sudamérica", es evidente que lee poco o senci­llamente no lee. A propósito, aquí podríamos aplicar la propia fórmula de la autora, quien "en realidad sólo ha leído parte de la obra" pos-colonial, "sólo ha leído una peque­ña parte de la misma." (p. 50).

Más allá de las gratuitas alu­siones a G. Prakash o D. Chakra-barty, p. 73ss, que no correspon­den al capítulo, debiera consi­derarse cómo piensan América Latina los pensadores latinoame­ricanos y ahí, entre muchos otros, la lectura de la valiosa obra de S. Castro-Gómez, A. Escobar y E. Lander es primordial, pero que -al parecer- la autora no los conoce.

Es totalmente inútil la l arga digresión sobre el tío de la mina, p. 72ss, y no hay relación alguna con la "América latina poscolonial" (título del capítulo).

En la p. 78, la autora se pregun­ta, "¿por qué (America Latina) ha quedado fuera de los análisis poscoloniales?" y su explicación es muy frívola, no pasa de una serie de referencias bastante prosaicas (p. 79ss), como el tema de los ídolos. Por nuestra parte, nos limitamos a sugerir la lectura del excelente trabajo de P. Hulme, "La teoría poscolonial y la repre­sentación de la cultura en las Américas", en: Casa de las Américas, vol. XXXVI, No. 202.

La lectura que la autora hace de A. Quijano, p. 85, es también tri­vial, además de tratarlo, injurio­samente, de "anacrónico", y lo hace a partir de un solo artículo; la obra de Quijano es abundante y convendría considerarla en con­junto. Ver, p. ej. A. Quijano y Mejía (eds.), La cuestión descolonial (Lima, Universidad R. Palma, 2010).

En resumen, el contenido del capítulo no expresa el título del mismo ("América Latina poscolo-nial"), sino una mera extensión del anterior capítulo. Aquí es impres­cindible considerar la postcolo-nialidad estudiada por los pensa­dores latinoamericanos. Por ello sugiero leer, entre muchos otros, a S. Castro-Gómez y R. Grosfoguel (comps.), El giro decolonial (Bogo­tá, Instituto Pensar/IESCO, 2007); R. Grosfoguel y J. Romero (comps.), Pensar decolonial, Caracas, La Urbana, 2009; R. Grosfoguel y R. Almanza (comps.), Lugares descoloniales: espacios de inter­vención en las Américas, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2012; y E. Restrepo y A. Rojas, Inflexión decolonial: fuentes, conceptos y cuestionamientos (Bogotá, Universidad de Cauca e Instituto Pensar, 2010).

Cuarto capítulo: En la p. 89, la autora atribuye a la perspectiva poscolonialista el "suponer que el 'colonialismo' siempre ha funcio­nado de la misma forma, con las mismas categorías y valuaciones", una atribución ciertamente tonta, quién podría pensar de una manera tan absurda, al igual que hablar de una "'indianidad' que se con­serva intocada a costa de todo" (p. 99) o de "una esencia inefable" (p. 100). Estas atribuciones resultan enormemente fastidiosas e impertinentes.

En la p. 90, la autora asigna, arbitrariamente, a Aguirre Beltrán (no citado en la bibliografía) la noción de "colonialismo interno", cuando el autor de tal noción es P. Gonzales Casanova en su famo­sa obra Sociología de la explo­tación (México, Siglo XXI, 1978).

A partir de una cita descontex-tualizada de N. Maldonado-Torres, p. 94, la autora reduce la desco­lonización a una mera indignación moral, cuando bien sabemos, des­de la obra de F. Fanon, P. Lumumba y K. N'Kruma, que la descoloniza­ción está vitalmente articulada con la lucha económica, política y cultural de los pueblos y naciones.

La autora afirma, en la p. 97, "Una postura difundida entre (los) activistas que apoyan la descolo­nización en Bolivia es que el femi­nismo en todos sus colores es otra imposición colonial", falso a más no poder, quién podría afirmar semejante necedad. La emancipa­ción/liberación de las mujeres es el núcleo de las luchas post (de)coloniales.

En la p. 99, la autora asevera "las identidades siempre en cons­trucción y no dadas de antemano ni naturales", cuál es la necesidad de referir u na obvi edad tan elemental.

La autora propone, en la p. 100, "incorporar la enseñanza en idio­mas nativas (sic)" en la universi­dad. La política de "incorporación" es propia del multiculturalismo neo-liberal.

La autora tiene graves confu­siones en relación con el indige­nismo (p. 108), indianismo y kata-rismo. Le sugiero leer el libro Historia, coyuntura y descoloni­zación (La Paz, Pukara, 2010).

Pensar -como lo hace la autora-la "integración cultural" a través de las telenovelas y la cumbia chicha (p. 111), es trivial e insigni­ficante, cuando no necio.

La autora dice que el centro o núcleo de irradiación política "ac­tualmente" está "pasando a Vene­zuela" (p. 112): llunk'erío puro.

La autora alude a la propuesta de reconstitución del Tawantin-suyu y dice que es "una utopía arcaica" (p. 118), habla exacta­mente igual que el neo-liberal M. Vargas Llosa.

La autora hace alusiones estric­tamente personales, p. 116, y dice que me he "autoproclamado" "descolonizado", jamás he dicho ni escrito semejante desbarro. Hay pues una evidente intención de denigrarme y -más aún- al atri­buirme, ladinamente, el ser "miem­bro del club indígena" (p. 117). Yo no soy indígena, soy qulla.

A propósito de "las arrugas de los abuelos", la autora confunde maliciosamente la metáfora con la descripción (p. 117). No obstante, es evidente que aquí, en los Andes, emerge u n horizonte epistémico radicalmente distinto del logo-cen tri smo m odern o occidental, que ya se prefigura en el propio advenimiento del pacha­kuti y el consiguiente retorno de las wak'as.

A propósito, la propuesta desco­lonizadora de la autora es ridícula, se limita a la "re-interpretación de la historia de los Andes" (p. 104), es decir a un mero ejercicio acadé­mico, que no va más allá del tradi­cional "revisionismo", ya superado por la propia acción del pueblo.

No obstante, estoy de acuerdo con que la obra de F. Patzi es evi­dentemente "insustancial" (p. 103).También estoy de acuerdo con que la obra de Yampara es una serie desordenada de "diva­gaciones" e "interpretaciones forzadas", además de "un galima­tías de misticismo mal digerido y pretensión seudo intelectual" (p.

116).

Igualmente estoy de acuerdo con que "descolonizar no es simple­mente poner la colonia al revés" (p. 104). Pero, no creo que alguien, medianamente sensato, pueda proponer "seguir siendo 'indígenas' eternamente diferen­ciados de los 'occidentales'". La alternativa no es la segregación, pero tampoco la inclusión, sino más bien la reconstitución política, cultural y territorial de los pueblos y comunidades andinas.

Reflexiones propositivas: Los pensadores latinoamericanos asu­men crítica y creativamente el poscolonialismo y proponen la decolonialidad. Este proceso teórico y político es ignorado por la autora.

Hablar de descolonización impli­ca, necesariamente, develar las condiciones materiales y simbóli­cas: económicas, políticas y cultu­rales de la persistencia del colo­nialismo en Bolivia, una tarea pávidamente eludida por la autora.

La autora ignora, discriminato­riamente, los debates anticolo­niales del movimiento indianista y katarista. En Bolivia el debate de la descolonización se intensifica desde y a partir de la insurgencia contemporánea de los pueblos andinos: aymara y quechua.

El proceso de descolonización implica la crítica de las políticas del poder hoy imperante en Bolivia, tales como la propuesta supues­tamente despatriarcalizadora del gobierno; más aún después de los grotescos matrimonios colectivos, nada más colonial y opresivo, una tarea sospechosamente rehuida por la autora.

El proceso descolonizador emerge de las luchas de los pueblos, tales como la insurgencia aymara (que se desata a partir del 2000) y la revuelta de las comunidades de tierras bajas, especialmente del TIPNIS, violentamente reprimidas en Chaparina por el gobierno del presidente Evo e insolentemente justificada por Alison (ver Ideas de Página Siete, 16 de octubre de 2011, p. 10).

Articulo original de: José Luis Saavedra; Publicado en Pukara #75

1 comentarios:

  1. Hay algo que no se puede pasar por alto: la impresionante y excelente prosa de la señora Spedding, frente a petulante torpeza y trabada forma de escribir del señor Saavedra.

    Por otro lado, concuerdo mínimamente en los errores que señala Saavedra (como la equivocación de Beltrán por Gonzales Cassanova, entre otras pocas). Sin embargo, la crítica de Saavedra es petulante y equivocada porque sus afirmaciones son más vacías que las afirmaciones que pretende refutar. Por ejemplo, en el apunte sobre la crítica que Spedding le hace a Quijano, Saavedra sólo se remite a sugerir que lea la obra completa de Quijano sin entrar en detalle del error de tal interpretación. El señor Saaverdra tampoco entendió en absoluto el motivo de la diferenciación que Spedding hace del esencialismo, frente al dinamismo de la identidad.

    En fin, además de las "recomendaciones" bibliográficas que hace Saavedra, haciendo gala de su "docta petulancia", existen muchas otras inconsistencias que parecen deberse a una mala lectura del libro: "Descolonización". Ello se evidencia mucho más cuando su "crítica" se reduce a las tristes muletillas: "insulsa", "insubstancial", "tonta"... ejemplo claro de una falta absoluta de argumentación seria.

    Estoy haciendo un trabajo sobre la descolonización, y pensé que este artículo podía ser de utilidad. Qué triste error...

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