Este cambio no solo afectó las carreras de académicos individuales, sino que también alteró el panorama de la antropología en su conjunto, llevando a un legado de cautela al abordar temas políticos que persisten hasta el día de hoy.[4]
En respuesta a estas presiones, asociaciones profesionales como la American Anthropological Association defendieron la libertad académica y condenaron las cacerías de brujas, enfatizando la importancia de la comprensión cultural sobre la ideología política. A pesar de esto, el efecto inhibidor del Macartismo fomentó un entorno en el que muchos antropólogos eligieron autocensurarse, comprometiendo el potencial de la disciplina para un diálogo rico y crítico.[4] Las implicaciones de esta era obscura se extendieron más allá de la década de 1950, moldeando la evolución de la antropología y sirviendo como una advertencia sobre la fragilidad de la libertad intelectual ante la represión política.[5]
Discurso antropológico y autocensura
El temor a ser etiquetados como comunistas llevó a muchos antropólogos a autocensurarse, sofocando las discusiones críticas sobre problemas sociales como la raza, la desigualdad y el colonialismo, temas centrales para la disciplina. Al distanciarse de temas políticamente cargados, los ricos diálogos que caracterizaban la antropología estadounidense comenzaron a disminuir. Los estudiosos se centraron en cambio en temas menos controvertidos para salvaguardar su posición académica, limitando así el potencial de la disciplina para la crítica social y la innovación.
El financiamiento federal para la investigación, que había sido un salvavidas para muchos antropólogos, también se vio afectado. El gobierno priorizó cada vez más los proyectos que se alineaban con su ideología política, lo que llevó a una redirección de la investigación antropológica hacia temas más conservadores y no controvertidos. Este cambio restringió el alcance de la investigación antropológica y marginó a los académicos que querían explorar la compleja interacción entre cultura y política en un mundo que cambiaba rápidamente.[4]
El giro posmoderno
A medida que se desarrollaba el Macartismo, algunos antropólogos comenzaron a comprometerse críticamente con el concepto mismo de cultura, influenciados por las teorías posmodernas que ganaron prominencia durante esta era, no olvidemos que el "Congress for Cultural Freedom (CCF)", fundado en 1950 y financiado secretamente por la CIA, tuvo un impacto significativo en la teoría de las ciencias sociales durante la Guerra Fría (1950 - 1970). Este organismo se estableció como una respuesta a la expansión del comunismo y buscó promover una cultura liberal que denunciara el totalitarismo, especialmente el comunista, como una amenaza a la libertad intelectual y cultural. A través de la organización de congresos, seminarios y publicaciones, el CCF reunió a intelectuales de diversas corrientes, desde liberales hasta socialdemócratas, quienes contribuyeron a la creación de un consenso intelectual que priorizaba el anticomunismo y defendía el liberalismo como única alternativa viable en el contexto global. [6] El CCF influyo en: Albert Camus, Isaiah Berlin, o Bertrand Russell [7], y pocos afirmarían que estos autores no influenciaron en los posmodernos.
Frente a las presiones del Macartismo, emergió una tradición neoboasiana, dentro de la antropología cultural (Clifford Geertz por ejemplo). Este movimiento priorizó enfoques humanísticos sobre los científicos, rechazando las ambiciones científicas asociadas con el materialismo cultural. Los defensores de esta perspectiva buscaron crear una antropología más empática y culturalmente sensible, centrándose en las experiencias humanas.
Macartismo tuvo un impacto devastador en la antropología estadounidense durante la década de los 50's y 60's generando un clima de miedo y autocensura que limitó la capacidad de la disciplina para abordar temas políticos y sociales críticos, ahondando en teorías antropológicas marxistas o simplemente criticas al orden de posguerra. La presión para evitar temas controvertidos y el financiamiento federal condicionado a proyectos que se alineaban con la ideología gubernamental llevaron a una pérdida de libertad intelectual y a una restricción del alcance de la investigación antropológica. En respuesta a estas presiones, surgieron nuevas tradiciones y enfoques dentro de la antropología, como el giro posmoderno y la tradición neoboasiana, que priorizaron la empatía y la sensibilidad cultural. A pesar de esto, el legado del Macartismo persiste en la antropología contemporánea, recordándonos la importancia de defender la libertad intelectual y la necesidad de abordar temas políticos y sociales críticos de manera crítica y sin miedo a la represión.