30 de diciembre de 2019

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Folclore, tipismo y política. Los trajes regionales de la Sección Femenina de Falange

Folclore, tipismo y política. Los trajes regionales de la Sección Femenina de Falange
Folklore, typecasting and politics. The costumes of the Women's Section of the Falange




RESUMEN
Los trajes regionales fueron un elemento preeminente en la utilización que la dictadura hizo del folclore, y específicamente de la música y el espectáculo de la danza, con fines ideológicos y de propaganda política, tanto en el interior como en el exterior. Esta tarea, como otras de tipo educativo y de control, fue expresamente encargada y desempeñada por la Sección Femenina de la única organización política del régimen, la Falange Española, Tradicionalista y de las JONS. Partiendo de la idea de que los llamados trajes regionales españoles han funcionado y siguen funcionando en la actualidad como una construcción cultural compleja, se expondrá la importancia en este proceso de ‘invención de la tradición’ del momento político representado por el franquismo y cuáles fueron sus bases ideológicas.

ABSTRACT
Costumes were a prominent element in the use made of folklore by the Franco dictatorship in Spain, and specifically music and dance shows, for ideological and political propaganda, both indoors and outdoors. This task, like other educational and control types, was expressly commissioned and performed by the Women's Section of the only political organization of the regime, the Spanish Falange, Traditionalist and JONS. Starting from the idea that the so-called Spanish costumes have worked and still work today as a complex cultural construction, will outline the importance in this process of "invention of tradition" of the political moment represented by the Franco regime and define their ideological bases.

PALABRAS CLAVE
folclore I tipismo I política I tradición I ideología
KEYWORDS
folklore I typecasting I politics I tradition I ideology


Folclore y política durante el franquismo
Cuando el régimen franquista consigue imponerse en el país después de la guerra, una de las tareas urgentes que debe acometer es la “reconstrucción” de la Patria (como gustaron de llamar a España los sublevados contra el gobierno de la República). Esta reconstrucción no era solo material; también había que restaurar una política nacional que dejara claras las nuevas condiciones de vida social y política a las que su victoria en la guerra había dado paso. Es decir, la reconstrucción se basaba la creación de un repertorio cultural y patrimonial acorde con el sistema político totalitario impuesto tras la guerra. La tarea que el régimen franquista acomete es la creación de una “Nueva España”, que se define mediante la permanente oposición frente a los caracteres y rasgos de la España republicana, pero a la vez se configura como una representación absoluta de la “España eterna” de la que se consideraba heredera. Una nueva nación cuyo futuro se construye paradójicamente en base a los principios de una Vieja España, eso sí reescrita y reinventada a través de una ideología reaccionaria. Las señas de identidad de esa Nueva España en construcción se buscarán en los estratos más genuinos y profundos de la nación: la base común y originaria de este edificio será la “hispanidad”; un ambiguo y difuso sustrato étnico-lingüístico-político, que se quería hacer funcionar de un modo parecido a la “germanidad” del nazismo.
En esta tarea, la construcción del nuevo repertorio patrimonial que va a guiar la política de representación nacional del régimen va a estar determinada por un doble principio: la memorialización y la moralización del conflicto (Viejo-Rose 2011: 46). Se perseguirá siempre el recuerdo permanente de la división entre los vencedores y los vencidos; es decir,  la construcción de una memoria partida (Castro 2008). El paisaje cultural que se impone entonces a los españoles deberá legitimar y dar coherencia a esta Nueva España. En la construcción de esta identidad legitimadora que propugna la propaganda de Franco, las referencias al pasado histórico serán una constante (Box 2008: 40-45). El régimen franquista buscará la continuidad efectiva, cronológica y simbólica con un pasado cuyos hitos -la reconquista, los Reyes Católicos, la Conquista de América, Felipe II, etc.- se mitifican y adquieren una relevancia máxima en el repertorio patrimonial. Para ello se utilizan conocidos mecanismos, como la invención de la tradición (Hobsbawm 1983: 46), y se ponen en marcha recursos como la inclusión en los monumentos antiguos de la huella del autoproclamado “caudillo”, la creación de autorrepresentaciones del régimen utilizando el repertorio simbólico de las glorias del pasado (Ortiz 1998), el pluriempleo de ciertos símbolos del antiguo poder, como el yugo y las flechas, y la elección de algunos estilos arquitectónicos -los castillos medievales, el herreriano o el neoclásico- como paradigmas del espíritu nacional, cuya máxima representación -muestra del esplendor imperial al que el Nuevo Estado pretendía emular- es el Monasterio del Escorial (Llorente 1995).
Pero como elemento legitimador el folclore es incluso más importante que la propia historia, porque es capaz de proporcionar al sistema político una continuidad fundamental y atemporal, orgánica, más profunda que la que se obtiene de la historia. Así, el pueblo (siempre enunciado como el “pueblo español”) es el referente máximo de todo el sistema político como detentador de las cualidades esenciales espirituales (el substrato de la “raza”) con las que se identifica plenamente la ideología fascista del Movimiento. A partir de este principio, la cultura popular, es decir, las obras de ese pueblo, y en concreto ciertos elementos de tipo emotivo o estético (la música y la poesía, por ejemplo) tomados como acervo antiguo con el que es fácil identificarse, pueden ser utilizados para afianzar o establecer lazos de cohesión o pertenencia a ciertos grupos, reales o artificiales, y también en la socialización e inculcación de creencias, sistemas de valores o convenciones de comportamiento (Hobsbawm 1983: 19).
Esta idea esteticista y romántica de un pueblo idealizado, en el que residen los caracteres esenciales de una nación, y que no se divide en clases ni categorías económicas, es lo que resulta muy útil a la ideología nacionalista y fascista. Y esto es así porque estos sistemas participan de un mecanismo general de la acción política que consiste en la apropiación, y dirección en un único sentido acorde con la ideología dominante, de los referentes étnicos o identificativos de cualquier población; y entre ellos destacaríamos por su importancia, la lengua, el traje, la arquitectura, la música y los rituales propios o característicos. El folclore en este sentido aparece como la forma más directa, más emotiva, de aprehensión del “estilo” de una comunidad y, por tanto, como un instrumento privilegiado de mediación entre la gente y la estructura política (Bausinger 1993: 68-71).
En la ideología franquista el asunto de la nación y su identidad, ligada a un fuerte centralismo estatal, es un elemento fundamental. La unidad de España es, tal vez, el objetivo político de mayor entidad en la retórica de la dictadura. La centralización de las funciones, desde las puramente políticas hasta las actividades más cotidianas, se establece a través de un sistema orgánico de relación sucesiva de distintos niveles de jerarquía que, desde la base más local, acaba siempre en la figura del jefe del Estado. El recurso a una teoría orgánica de la sociedad, radicalmente conservadora y arcaica, crea la superestructura en la que es posible absorber múltiples contradicciones (centro-periferia, lucha socioeconómica de clases, contraposición mundo campesino-industrial, etc.), mediante el recurso a la idea esencialista de la nación como una entidad primigenia y eterna.
En el discurso del régimen, la subversión de este principio de la unidad sagrada de la patria por los separatismos periféricos había llevado al caos, representado por la guerra. Por lo tanto, no solo era necesario impedir cualquier intento de rebrote del regionalismo en niveles muy elementales, sino que en su denigración se encontraba uno de los elementos más prácticos de cohesión del nuevo sistema estatal: a saber, el españolismo más extremo. Aquí, de nuevo, el folclore viene en ayuda de la ideología para salvar la contradicción entre una realidad que mostraba diferencias evidentes y la idea monolítica de un supuesto prístino, arcaico y único pueblo español. La solución encontrada es convertir el regionalismo en un elemento estético y emocional, con lo cual la diversidad regional pasa a ser un aspecto no problemático en la composición del cuadro general de la nación. Así pues, la diferencia regional se folcloriza: es decir, se resume en la expresión de pluralidad de dialectos (nunca lenguas), usos y costumbres, músicas, fiestas y trajes regionales, en los que se manifiesta verdaderamente el “pueblo español” (o su genio o su alma), sin más divisiones, o con tantas versiones locales que no es fácil encontrar la manifestación cultural concreta, adscrita a una comunidad histórica o culturalmente definida. Esta es la razón por la cual el franquismo insiste continuamente en el tópico de la variedad de formas de cultura tradicional que conviven en España y permite la expresión lingüística autóctona en las manifestaciones folclóricas (como reducto casi único), tanto en las publicaciones específicas, como en las exhibiciones públicas. Esto será un hecho en los trabajos de la propia Sección Femenina de Falange, expresado con palabras de Pilar Primo de Rivera: ”Así, los catalanes cantaban en catalán; los vascos en vasco; los gallegos en gallego, en un reconocimiento de los valores específicos, pero todo ello y sólo en función de España y de su irrevocable unidad, dentro de la unidad peninsular” (en Casero 2000: 77).
 Sin embargo, y sin que esto suponga contradicción, lo cierto es que para el franquismo España es Castilla, el castellano, lo castellano y los castellanos. No podía haber dudas sobre la primacía castellana en el dominio del resto de las regiones (a las que había sojuzgado históricamente) y sobre la identificación de la “hispanidad” con unos supuestos valores esenciales de Castilla. Así, por ejemplo, en la elección por Pilar Primo de Rivera del castillo de la Mota como sede central y símbolo de la organización femenina de la Falange, no solo pesaba la carga histórica y la figura femenina de la reina Isabel, sino también el castellanismo, la ruralidad (que hacía además contrapunto con una organización de origen y extracción eminentemente urbana y burguesa).
Si España es Castilla, Castilla es la representación más ideal del campo; el castellano es sinónimo de campesino y campesino lo es de español; por tanto, el identificador general último es el mundo campesino; evidentemente conceptuado de un modo esencial. El espíritu nacional, la hispanidad, la estirpe racial hispana, tenían su origen en el mundo agrario y en su cultura. Y así era en sus útiles, su artesanía, su arquitectura, sus danzas y sus cantos, donde podía encontrarse la especificidad de la esencia nacional, sin contaminación externa alguna. En este esquema, los campesinos -su presentación idealizada- funcionaban como un mito, no eran reales, sino que proporcionaban al resto de la población un referente de origen, de carácter emocional, no lógico: todos, independientemente de las diferencias sociales efectivas, procedían de los mismos orígenes. El sustrato nacional campesino era la base de un edificio social, supuestamente “natural”. De esta manera el régimen político obtenía una legitimidad aparente, para sus actos coercitivos y su estructura, al estar fundado en algo eterno, inmutable, justo y, por tanto, muy difícil de rechazar (Bausinger 1993: 73-74). De la misma forma que el regionalismo folclorista se utiliza para negar la posibilidad de un conflicto cultural entre las distintas nacionalidades históricas existentes en España,  la utilización en la escenografía del régimen de una estética basada en ciertos valores étnicos y culturales idealizados del campo pone de manifiesto, de una forma más cruda aún si cabe, la contradicción con una realidad marcada, sobre todo durante los años de la durísima postguerra, por una crisis agraria absoluta y el mantenimiento de unos indicadores de nivel de vida de miseria para los agricultores, que desembocarán, a partir de los años cincuenta, en la expulsión masiva de buena parte del contingente de habitantes del mundo rural hacia las ciudades y los países industriales.
A pesar de todo, la aparición pública de una imagen bucólica campesina, como símbolo de la unidad que se pretendía construir sobre la variedad casticista y folclórica, es frecuente en las celebraciones de las efemérides instauradas o revalorizadas por el franquismo. Una de las primeras concentraciones, fue el homenaje al “Caudillo y al Ejército de la Victoria” que Pilar  Primo de Rivera, al frente de la Sección Femenina de Falange, organizó en el Castillo de la Mota, en Medina del Campo, el 30 de mayo de 1939. En esta temprana celebración aparece ya el que será el modelo de representación oficial de la Sección Femenina de Falange. El programa de actos ( ABC 30-5-1939: 10) constaba de tres partes: los discursos falangistas, una exhibición folclórica y gimnástica, y la ofrenda al Generalísimo de los frutos de la tierra, de manos de veinticinco campesinas jóvenes, pertenecientes a la Hermandad de la Ciudad y el Campo, procedentes de las distintas provincias y ataviadas con sus respectivos trajes regionales (Suárez Fernández 1993: 99-100). El espectáculo masivo organizado por la Sección Femenina incluyó un coro de 2.090 voces, dirigido por el maestro Rafael Benedito, que interpretó una selección de canciones regionales de España, acompañadas por sus bailes típicos (Casero 2000: 44).

La Sección Femenina de Falange Española y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista
La Sección Femenina del que se ha considerado como el primer partido puro fascista de nuestro país, nació prácticamente con la propia Falange, ya que el 15 de febrero de 1934 se firma el acuerdo entre Falange Española y las JONS, y en junio de 1934 nace su llamada Sección Femenina (su primer Estatuto lo firmará José Antonio en diciembre) (Casero 2000: 15). Cuando se disolvió el 1 de abril de 1977, con el decreto que suprimía la estructura de la Secretaría General del Movimiento (Fernández Jiménez 2008: 332-340), podía ser considerada una de las instituciones más longevas del franquismo y su dirigente máxima, la hermana del héroe fundador José Antonio, Pilar Primo de Rivera, seguramente la persona, junto a Franco, que más tiempo desempeñó un puesto político de ámbito nacional en la dictadura. Desde el comienzo, se manifiesta como una organización eminentemente política (Ofer 2009), cuyo objetivo es contribuir “al duro propósito de hacer una España más grande y más justa”. En el Primer manifiesto de la S. F. de 1934 se declara también su posición meramente auxiliar de los hombres en estas tareas políticas y su misión encaminada a mantener los valores y los principios de lo que se consideraba por el régimen el papel fundamental de las mujeres, como madres (lo que paradójicamente ellas nunca serán) y como esposas (Richmond 2004). La referencia a la Sección Femenina, comúnmente siempre hecha así, sin aludir al partido fascista del que era parte, es una perfecta metáfora de su acción política: las mujeres no debían tener protagonismo en la política, ni en los asuntos públicos. Así, ellas -la parte femenina- pretendían ser vistas socialmente, no tanto como miembros del partido único, como en cuanto representación y garantía del ideal (¿único?) de mujer que la dictadura promovía (Domingo 2007: 37-50).
Desde su origen como grupo de mujeres de apoyo en las acciones de los militantes falangistas, la organización creció y fue promocionada y utilizada por el régimen de Franco, consiguiendo amplias parcelas de poder en las que pudo desarrollar su acción sin la competencia de ninguna otra organización ni instancia, siempre que se mantuviera acorde a los principios del movimiento y no pretendiera salirse del marco estrictamente “femenino” que se había marcado desde un  principio, como así fue. Sin embargo, que se tratara de una organización segregada y a la que se mantuvo en funciones relativamente subalternas que, además con el paso de las décadas fueron resultando cada vez más burocráticas y obsoletas, no debe hacer olvidar que la Sección Femenina fue una institución de control poderosa, cuyas funciones de enseñanza y de intervención en el ámbito doméstico la introdujeron de manera forzosa en la vida cotidiana de millones de mujeres durante el franquismo. Así, a las  más de 600.000 afiliadas que llegó a tener en su momento álgido, habría que sumar a más de tres millones de mujeres que tuvieron que someterse a sus cuadros para cumplir con el  Servicio Social Obligatorio (Alpuente 2009: 15, Rodríguez López 2010: 154-162).
Las tareas a que se dedicó con ahínco la Sección Femenina fueron variadas, y especialmente tuvieron que ver con el aparato de educación, tanto en lo que se refiere a la propaganda y a la educación paralela (es decir, externa a las instituciones educativas propiamente dichas, integradas en el sistema nacional de enseñanza: colegios, institutos, universidad), como a la propagación de un modelo femenino acorde con los principios del régimen y la religión católica (Otero 1999). A su vez, estuvo también encargada de misiones de control y vigilancia social, en los mismos aspectos que tocaban al desempeño satisfactorio de los papeles femeninos; esto es en todo lo que tenía que ver con la maternidad, incluida la salud física o deportiva de las mujeres que se consideraba adecuada para conseguir una buena salud reproductora (Manrique Arribas 2010). Un tercer sector en que tuvo protagonismo fue el de la organización y la higiene familiar, y el mantenimiento de las condiciones mínimas de una economía doméstica campesina en los hogares rurales (Pérez Moreno 2004; Marías Cadenas 2011). Finalmente, el recurso a la Sección Femenina en lo que tenía que ver con la propaganda política del régimen, tanto en el interior como en el exterior, y su intervención en la reglamentación del tiempo de ocio y en los rituales y puestas en escena durante todo el franquismo, a través de los Coros y Danzas y otras iniciativas, es otro de los sectores importantes en la organización (Casero 2000).
Para cumplir su tarea en estos terrenos, la Sección Femenina, cuya dirección fue ejercida durante toda su historia por una sola persona, Pilar Primo de Rivera (Fernández Jiménez 2008), como Delegada Nacional, se organizaba en regidurías, que inicialmente fueron cinco: Hermandad de la Ciudad y el Campo, Enfermeras, Cultura y Formación de Jerarquías, Cultura Física y Sindicatos, que se fueron complicando con una red de delegaciones provinciales y subdelegaciones específicas (Casero 2000: 20-32). En ellas, se centralizaban las tareas de educación general y propaganda, formación de mandos, publicaciones, cursos, actuaciones públicas, y campañas de intervención por toda España. Sin embargo, no debe perderse de vista que todas sus funciones específicas, como la labor sanitaria, la vigilancia de la crianza de los niños, la actividad deportiva, la promoción de las artesanías, el folclore, etc., fueron siempre, pero sobre todo entre 1939 y 1960, tareas supeditadas a las funciones políticas.
Así, todas sus iniciativas en torno a la formación de las madres y de personal técnico especializado en puericultura estaban determinadas por una de las preocupaciones mayores del régimen franquista: el problema demográfico acuciante, producido por la sangría de la guerra y por una bajísima natalidad en la postguerra, agravada por un índice insoportable de mortalidad infantil y unos niveles de nutrición paupérrimos en madres y niños: las campañas en pro de la lactancia materna son un ejemplo en este sentido (Roca 1996). La actividad conocida de la Sección Femenina en la elaboración de canastillas para los recién nacidos sería otro caso de intento de mejora de las condiciones de salubridad e higiene en la crianza que las señoritas de la Sección Femenina, casi todas ellas solteras, extendían como un apostolado por los pueblos y aldeas españolas. Los cursos de economía doméstica, sus cursos y manuales de cocina y sus exposiciones de artesanía muestran los mismos objetivos de dirigir y encaminar las conductas domésticas y las actividades de las mujeres hacia formas útiles para la nación y para el Estado, por más que la ideología básica de supeditación de las mujeres al ámbito privado y a labores exclusivas de crianza y cuidado, lastrara cualquier intento realista de que lo enseñado por la Sección Femenina sirviera fuera de estos ámbitos.

 La obra folclórica de la Sección Femenina
A pesar de que ya desde los años veinte había en España algunas instituciones y centros dedicados al estudio del folclore y la cultura tradicional, a diferencia del régimen nazi, el franquismo no encargará de esta labor a un centro de estudios oficial ni a profesionales especializados. Utilizará a la Sección Femenina de Falange para cumplir con esta misión (Berlanga 2001) que, como el resto de las desempeñadas por ella, será una mezcla de enseñanza paralela y acción política dedicada a los objetivos de organización de espectáculos, ocio y propaganda del Estado, y en último término una manera de mantener a las mujeres alejadas de los niveles superiores de educación y profesionalismo, y ocupadas en actividades consideradas “femeninas”; es decir, inocuas, blandas, estéticas y emotivas. En esta obra de investigación, exaltación y folclorización de las manifestaciones de la cultura popular (en la que contará con la colaboración de algunos musicólogos y especialistas, como Rafael Benedito, Manuel García Matos o el propio Ramón Menéndez Pidal), la Sección Femenina se centrará en los aspectos más estéticos y capaces de producir tipismo (como el llamado traje regional) y en los emotivos y sensibles (como la música y la danza).
Se ha señalado que el primer objetivo temático de la obra folklórica de la Sección Femenina fue la música, como resulta evidente con la organización de los cursos de instructoras de música en 1938 (Casero 2000: 40), dirigidos por el maestro Benedito, que será el asesor musical de las falangistas en su primera época. De hecho, el Departamento de Música será siempre uno de los más importantes de la Regiduría de Cultura, sobre la base de que la música popular española (junto con la sacra y litúrgica) era un elemento de primer orden para canalizar la sensibilidad y la emocionalidad de la gente en un sentido “nacional”. Después de la guerra habían quedado prohibidos el jazz y otros géneros populares de origen foráneo (Ferrer Senabre 2011: 3) y se privilegiaba la zarzuela y algunas otras músicas, como la copla, hasta el punto de que quedarán en la memoria de los españoles indisolublemente ligadas al franquismo.
Tanto en lo que se refiere a la investigación musical como en la que tiene que ver con la indumentaria que se llevó a cabo en la Sección Femenina, el punto de partida era el respeto o la reivindicación de la “tradición”. Sin embargo, esta tradición debía ser rescatada del abandono en que había estado (evidentemente se hace referencia con esto a los tiempos republicanos), como si hubiera sido necesario llegar a esa conciencia “metafísica” de la nación y su destino, que propugnada el fundador de Falange, para descubrir y hacer vivir esos rasgos de la raza hispánica, ya presentes en los tiempos primigenios y latentes en el pueblo sencillo, pero que estaban al borde del olvido y la extinción. En palabras de la que será durante muchísimos años regidora de Cultura, María Josefa Sampelayo: ”En la España del año 36, estas manifestaciones folklóricas habían prácticamente desaparecido […] aún lo poco que quedaba perdía a pasos agigantados su sabor […]. El gran acierto de la S. F. fue el saber ver y valorar aquel tesoro inmenso y todavía recuperable” (Sampelayo 1969: 99).
Es decir, se procura alguna instancia para recrear lo que, políticamente es necesario y cómo es necesario. Para que, finalmente, el producto debidamente reelaborado, se vuelva a ofrecer al pueblo como un espectáculo edificante (que, de paso, contrarresta, la posibilidad de introducción de otras músicas y bailes peligrosos, por su procedencia extranjera y su supuesta inmoralidad). Así se organizan las exhibiciones masivas que prácticamente desde 1939 protagoniza de forma ininterrumpida la Sección Femenina por todo el país, a través de sus concursos y sobre todo de los Coros y Danzas de España, en lo que ellas mismas denominarán una “estupenda labor política” (Sampelayo 1969: 100).
Pasando por ese control desde arriba, la cultura surgida del pueblo, volvía al pueblo. Pero además, esa imagen folclórica, típica y bucólica del enorme y variado acervo de nuestra cultura popular pasará de ser un elemento de propaganda interna a proporcionar también más adelante una imagen amable del régimen en el exterior. Como lo explicó Luis Suárez Fernández en su crónica de la Sección Femenina:
“El mundo, en cuanto a música se refiere, no conocía a España casi nada más que por una deformación de lo andaluz […]. Los mismos españoles, quitando algunos pueblos, que tuvieron siempre una preocupación mayor por sus tradiciones, habían olvidado que en la entraña de la tierra tenían la mayor riqueza folklórica del orbe. Y tuvo que venir la Sección Femenina, con todo el vigor de sus juventudes y toda su voluntad falangista, a desenterrar pueblo por pueblo la canción y la danza, que en muchos sitios ya solo se conservaba en la mente de los viejos. Y a fuerza de concursos y a fuerza de estímulos volver a la vida el tesoro incomparable de nuestro arte popular, con toda su variedad de danzas religiosas y guerreras, cortesanas y pastoriles, de menestrales y de enamorados” (Suárez 1993: 209).
Es evidente que la Sección Femenina no fue la primera ni la única institución que utilizó la imagen  del exotismo o el color local representado por los campesinos en los espectáculos y ceremoniales de las elites políticas. Sin embargo, lo cierto es que el régimen utilizó enseguida la labor de la Sección Femenina en su vertiente de espectáculo. Ya se mencionó su aparición en primer plano en el espectáculo que tuvo lugar el 30 de mayo de 1939 en Medina del Campo, en el castillo de la Mota, para homenajear a Franco y los vencedores. En 1940, para celebrar el primer aniversario del final de la guerra, la Regidora de Cultura de Madrid, Mª Josefa Sampelayo propuso que las afiliadas bailasen y cantasen en las plazas de todos los pueblos (Casero 2000: 47).
En este contexto, se pone en marcha el que será mayor éxito de toda la organización de la Sección Femenina, el Concurso Nacional de Coros y Danzas de España, cuya primera edición tiene lugar ya en 1941-1942, a iniciativa de  la propia Pilar Primo de Rivera. A partir de la música y la creación de coros, muy pronto las instructoras de música ampliaron el repertorio a las danzas, que presentaban mucha mayor capacidad de espectáculo y en las que tendrán los trajes una posición muy importante. El primer concurso de Coros y Danzas se inició el 27 de febrero de 1942 y terminó en julio de ese año. El sistema de competición tenía un nivel provincial, en el que participaban los grupos locales. El grupo vencedor de cada provincia pasaba a competir a nivel regional, de ahí pasaban a uno de los cuatro sectores en que se había dividido el territorio nacional y, por último, los ganadores participaban en el certamen nacional, que se celebraba en Madrid. El concurso se dividía en tres apartados: de Coros, de Danzas y grupos mixtos (presentaban danzas y canciones conjuntamente) y en él se valoraba también la indumentaria de los grupos. El concurso se mantuvo desde 1942, hasta 1976 en que se celebró el último; es decir, en total hubo 20 ediciones nacionales, pudiendo decirse que la época dorada de los coros y danzas, en que hubo mayor incremento de grupos y espectáculos abarca entre 1948 y 1962 (Casero 2000: 48-49).
En los primeros años, evidentemente no había ninguna posibilidad de proyección exterior, excepto un viaje a Alemania que tiene lugar en 1942 para visitar a los soldados de la División Azul (Casero 2000: 49). Pero la visita de Eva Perón a España en 1947 va a cambiar esta situación y a partir de ella se producen diversas iniciativas para que los Coros y Danzas y la Sección Femenina sirvan como una especie de embajada cultural del franquismo en varios países latinoamericanos, y más tarde por Europa y los Estados Unidos en los años 60. El primer viaje, la expedición que partió el 17 de abril de 1948 a bordo del buque Monte Albertia rumbo a Argentina, fue un éxito diplomático y también de público, y fue seguido de una nueva gira por Panamá, Ecuador y Colombia que aparece reseñada en la película Ronda Española de Ladislao Vajda estrenada en Madrid en 1951 (cf. Suárez 1993: 215-239).
En los Coros y Danzas, sus concursos y exhibiciones, aparece un espectáculo folclórico reconstruido, en el cual la mediación de las instructoras de la Sección Femenina tenía un papel fundamental, dado que la recogida de la información en los pueblos y la instrucción de los grupos locales dependía de unas normas y unas técnicas que no tenían nada que ver con el mantenimiento de las costumbres y los estilos tradicionales de tipo local. Bien al contrario, como puede verse en las fichas que las instructoras debían enviar a la Regiduría Central de Cultura en Madrid (Casero 2000: 12-13), la indeterminación en la recogida de los datos, por un lado, y, por otro, la homologación de las muestras de música y las danzas a patrones estandarizados es la norma. A esto habría que unir la dedicación amateur de las afiliadas y la falta general de medios técnicos para el trabajo de recopilación (ver una descripción pormenorizada, incluyendo testimonios directos, de este proceso en Casero 2000: 83-103). Con todo, se procuraba también mantener el “prestigio” de la labor folclórica, por ejemplo, invitando a Ramón Menéndez Pidal a escribir el prólogo para el libro Canciones y danzas de España (1953) o mediante la constitución, a través de la Vicesecretaría de Educación Popular del Ministerio de Educación, del Premio Nacional de Folclore, cuya primera edición, en 1945, recayó en Manuel García Matos. La propia Sección Femenina, en este como en los otros ámbitos de su actividad, reunía en sí misma el control absoluto de las tres funciones de su labor: recuperación, enseñanza y difusión. En lo que tiene que ver con el trabajo folclórico, creó un cuerpo de Instructoras de Bailes Regionales y Música, que eran formadas, con los propios textos y métodos publicados por la organización, en sus Escuelas Nacionales y Provinciales de Mandos. Pero, además, hay otros elementos que inevitablemente llevaron a la mistificación y falseamiento de los estilos folclóricos originales.
El primero es de carácter moral y conllevaba la censura de cualquier elemento cultural o formal que no estuviera acorde con la ideología nacional-católica. Así fueron cambiadas las letras anticlericales o antirreligiosas de las canciones, o tenemos que hasta 1957 todas las danzas eran interpretadas únicamente por mujeres, aunque se tratara de bailes mixtos en su inmensa mayoría (Casero 2000: 97). En lo que respecta a la indumentaria de los trajes regionales que se lucían en los bailes, por ejemplo, y a decir de las propias afiliadas y participantes en los Coros y Danzas, los trajes incluían como prenda tradicional interior los famosos pololos o pantaloncillos recogidos en la pierna, que era obligatorio igualmente llevar bajo las faldas en la práctica deportiva. Otros cambios marcados por la decencia indumentaria fueron aplicados a escotes y largura de las mangas en varios casos y a la propia interpretación de las danzas.
Igualmente importante, es la norma obligatoria de que los grupos y los coros debían dedicarse al aprendizaje y práctica de los repertorios de su respectiva “provincia”, de manera que se confunde constantemente el carácter local de muchas manifestaciones, sean danzas o trajes o canciones, con su asimilación provincial y si es el caso regional. Así, el llamado traje regional no es sino una recopilación selectiva de trajes locales, que se extienden a un ámbito comarcal (como en el caso del traje regional de Valencia, dividido en dos facies, “de Ribera” y “de Montaña”. Cf. Añón y Montoliu 2011: 23) o preferentemente provincial y de ahí obtienen representatividad regional: el traje de charra de Salamanca, el extremeño, procedente de Montehermoso (Cáceres), o el de “maga” canaria pueden ser ejemplos representativos de esta mixtificación.
En definitiva, y aparte del fundamental elemento ideológico, que ya se ha comentado, dos problemas teóricos fundamentales lastraron todo el proceso de recopilación, estudio y difusión del folclore español llevado a cabo por la Sección Femenina. En principio, la escasa preparación y rigor con que la labor se realizó (Casero 2000: 92-93), con una absoluta falta de criterios generales, protocolos estandarizados y formación técnica básica del personal encargado de la recogida de datos en las comunidades locales.  Pero, aún más importante, por su trascendencia, fue la extensión de un folclore “reconstruido” por toda España. Los repertorios locales, provinciales y regionales, que debían ser “típicos” y que se elaboraban siguiendo las normas que las instructoras habían recibido en sus cursos de música y folclore, eran a su vez, enseñados a los coros, comparsas y grupos de intérpretes locales de toda España por medio de las mismas instructoras y de las Cátedras Ambulantes que la Sección Femenina repartía por todo el territorio nacional para impartir sus cursos y enseñanzas domésticas (Lizarazu 1996), pero también a través del aprendizaje de los “bailes regionales” en las Escuelas Normales y los Institutos de Secundaria (Añón y Montolíu 2011: 11). De manera que, si el sistema que se empleaba para recopilar las manifestaciones artísticas “auténticas” de los pueblos creaba un folclore mistificado y distorsionado; este fue, a su vez, el producto que se reprodujo a través del tiempo, aprendido y repetido por los actores locales en sus repertorios y actuaciones hasta el día de hoy.

El tratamiento “cultural” de los trajes regionales
Nos introducimos así en el asunto de la construcción cultural de los trajes regionales españoles por la Sección Femenina. Es evidente que la construcción de la indumentaria llamada popular en España no comienza ni acaba con la Sección Femenina (Valadés 1994). La época dorada en la que se crea la idea de que en España el pueblo viste de un modo artístico, propio, antiguo y espectacularmente rico y variado, podría situarse entre la colección de grabados representando trajes de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla (1777) y las fotografías de España. Tipos y Trajes, de José Ortiz Echagüe (1930) (Vega 2005: 63). Las estampas de Cano y Olmedilla enseñaban un abanico rico y variado de tipos populares cuyo sabor local radicaba en su indumentaria. A partir de mitad del siglo XIX comienza a difundirse el discurso que establece que la modernización conlleva la desaparición inexorable del traje de los “reinos” de España y su sustitución o rescate, y su conversión en traje “pintoresco”, “popular”, “regional”, “provincial” y finalmente “tradicional” (Vega 2005: 70; Cea y otros 1986).
La aparición de las comparsas costeadas por las provincias que desfilaron en Madrid con motivo de las fiestas por la boda del rey Alfonso XII y María de las Mercedes, en enero de 1878, en las cuales las parejas iban ataviadas con los trajes típicos, danzaban y cantaban por las calles, despertó un interés muy grande y nos ha llegado en alguna forma congelada por el objetivo del fotógrafo Laurent.

Figura 1. Grupo de Lagarteranos. Comparsa de Toledo. Madrid, 1878. Fotografía de Laurent. Escuela Superior del Magisterio. Madrid.
 La internacionalmente conocida obra de Sorolla “Visión de España”, encargada en 1911 para la Hispanic Society de Nueva York y compuesta por un mural de catorce lienzos, resuelve la representación de España y su historia a través de la localización de figuras humanas enraizadas en su identidad, utilizando como recurso en los distintos cuadros su ubicación en un territorio plenamente reconocible, y manteniendo una actitud que se identifica culturalmente, gracias a la representación de las fiestas y los trajes característicos. Finalmente, durante los años veinte y treinta, la construcción artística de la obra del fotógrafo pictorialista José Ortiz Echagüe (Vega 2002), estableciendo tipos esenciales, aislados, inalterados, más allá de la realidad y el tiempo, crea un estereotipo y hasta un mito, porque retrata con técnicas fotográficas una realidad construida y ya inexistente. Más bien lo que fotografía es la pérdida, la ausencia de ese español detentador de un supuesto carácter prístino y ancestral. Esta imagen, perfectamente coherente con la ideología nacional-católica, obtendrá un éxito total en la estética franquista.

Figura 2. Anuncio del libro de R. M. Anderson sobre “Visión de España” de Sorolla. Nueva York, Hispanic Society of America, 1957.
 En la postguerra tenemos otros ejemplos de esta misma representación arcaizante, exótica y “étnica”. Así, contamos con el testimonio gráfico de un fotógrafo local del “desfile regional” que se organizó en León el 21 de mayo de 1939 para celebrar el triunfo del General Franco y “agradecer a la Legión Cóndor alemana su presencia en León y ayuda durante la contienda” (Sutil 1997: 11), en el que deambularon y bailaron por las calles 4.600 personas vestidas con sus trajes típicos, venidas de las comarcas de la Maragatería, Ribera del Órbigo, Páramo, Montaña, etc. Estas “fiestas regionales de la Victoria” conllevaron una serie de premios en metálico para los grupos, coros y personas más representativas y mejor vestidas (los trofeos de la Victoria). Con motivo de la entrega de estos premios, se repitieron los desfiles en la ciudad de Astorga en junio de 1939 (Sutil 1997: 59) y, posteriormente, de nuevo se hicieron en León en julio de 1941.  

Figura 3. Jóvenes maragatas, ataviadas con el traje “antiguo”. Plaza Mayor de Astorga, 11 de junio de 1939. Fotografía de Martín Prado. Tomada de Sutil 1997, p. 56.
Paralelamente, durante el primer tercio del siglo XX, desde el ámbito de la investigación folclórica se va conformando un corpus de materiales elaborados y de colecciones sobre la indumentaria tradicional española que configura en una parte no desdeñable lo que sabemos hoy en día sobre este tema. Así, a partir de las enseñanzas de Luis de Hoyos en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio que comienzan en la década de 1910, se producirá el primer acopio de datos obtenidos sobre el terreno acerca de la variedad de trajes populares en el ámbito nacional (Ortiz 1988). En el seminario de etnografía y en el de labores mantenidos en la Escuela Superior del Magisterio en Madrid, se llevarán a cabo una serie de memorias de investigación de fin de carrera que tendrán como objeto la indumentaria tradicional de distintas localidades y áreas, y que aportarán por primera vez documentación fotográfica, patrones y dibujos de las prendas, muestras de tejidos y materiales, terminología propia, etc.

Figura 4. Parejas con trajes de Pontones y Quesada (Jaén). Escuela Superior del Magisterio. Madrid.
 Esta labor de Luis de Hoyos y sus colaboradoras culminará en la Exposición del Traje Regional Español en 1925 y en la creación del primer Museo del Traje, antecedente del Museo del Pueblo Español (posteriormente convertido de nuevo en el actual Museo del Traje).

Figura 5. Trajes de El Barraco (Ávila) y Mallorca. Exposición del Traje. Madrid, 1925. Fotografía Artística de Antonio Prats. Madrid.
Después de la guerra, el Museo del Pueblo Español -una fundación institucional del gobierno de la República- seguirá avatares diversos, pero sin llegar a lograr por un tiempo duradero la exposición de sus colecciones, y será la Sección Femenina de Falange, en el contexto de sus otras actividades formativas y de espectáculo, la que continuará con la tarea de construir y mantener el objeto complejo de los trajes regionales españoles. De hecho, buena parte de los trajes elaborados durante el franquismo tuvieron como modelos aquellos locales o regionales tipificados antes por los museos o las organizaciones dedicadas a la investigación etnográfica regional, donde las había (Carretero 2004). Con todo, estas instituciones actuaban conforme a una metodología en la que la mistificación y la intervención eran también la norma. Podemos juzgar la manera de proceder, a través de las palabras de una de las especialistas en el estudio del traje regional español, Nieves de Hoyos Sancho, que se refiere a la configuración de los trajes provenientes del País Vasco para el Museo del Pueblo Español:
“De Vizcaya, en el año 1936 se consiguieron bastantes prendas, esencialmente en Dima. Con ellas pueden vestirse una pareja, pero son trajes casi totalmente negros, con telas empobrecidas por el uso que dan una idea triste […]. Encontrar trajes auténticos resulta imposible […] entablamos relación con Karmele Goñi de Múgica […]. Hablando con todos los viejos y viejas encontró algunas prendas. Con esta directa documentación ha hecho dos trajes de aldeanos, con linos caseros, cuerdas tejidas por algunos pastores, tejidos en general auténticos […]” (Hoyos 1971: 525).
Es evidente que la Sección Femenina contó en su tarea con el conocimiento de muchas expertas, las colecciones de trajes y todo el material acumulado anteriormente, y también hizo contribuciones en el terreno de la documentación etnográfica, ampliando su inicial  interés por la música y la danza, a los trajes, la culinaria popular y otras artesanías; temas que se pensaba investigar en un proyectado Instituto de Folclore que María Josefa Sampelayo y Manuel García Matos pensaban poner en marcha en 1966 y que no se llegó a materializar. Al final, la inmensa tarea de recopilación de danzas y música hecha por los pueblos, que según los datos de Estrella Casero (2000: 91) había acumulado en la Regiduría Central de Cultura 1.068 fichas de danzas se desperdigó después de la disolución de la Sección Femenina, en manos de particulares y de los grupos herederos de la organización falangista (Primo de Rivera 1983: 69), como la Asociación Nueva Andadura, la Asociación de Antiguos Componentes de Coros y Danzas, presidida por Amparo Añón Baylach en Valencia o la Federación de Asociaciones de Coros y Danzas de España que creó la propia Maruja Sampelayo.
Igual que se había hecho con los cancioneros y con la cocina se editaron algunas publicaciones sobre los trajes, como un libro, publicado en 1966, en el que se recogían cien trajes típicos y que se pensó como una guía para mantener la “autenticidad” de los vestidos que se fabricaban para ser utilizados por los grupos de los Coros y Danzas  (Casero 2000: 54). Esta estandarización propuesta en el modelo del traje regional por la Sección Femenina se divulgó a través de la famosa serie de sellos de correos, con los trajes regionales de España, editada a partir de 1967.

Figura 6. Trajes Regionales de España. Sobres con los dibujos prototipo para la tirada de sellos, 1967-69. Fotografía. Todocolección
 La preocupación por la autenticidad del traje regional llevó a establecer incluso un Archivo de Indumentaria de la Sección Femenina, situado en la delegación provincial de Valencia, para custodiar las piezas consideradas excepcionales (Añón y Montolíu 2011: 10). Por otra parte, la especialización de la Sección Femenina en las tareas de costura, que se consideraba una de las dedicaciones más importantes a las que se debían aplicar las mujeres (Domingo 2007), aparte de la confección de canastillas y los cursos de corte y confección, bordados, etc., que impartían las Cátedras Ambulantes y las delegaciones provinciales, tuvo también su aplicación en la confección de los trajes típicos regionales. Así, por ejemplo, en una fecha tan temprana como 1938 se crea, aún bajo el patrocinio de Auxilia Social, el primer taller de artesanía en la localidad de Carbajales (Zamora), conocida por sus famosos bordados tradicionales. En 1940, con la contribución económica de la comarca, se funda en el pueblo un Taller Escuela de Artesanía, regentado por la Sección Femenina, y que siguió desarrollando su labor después de que esta desapareciera.
Pero, al igual que en el asunto de la música folclórica, los resultados obtenidos por la actividad ímproba de la Sección Femenina fueron, en lo que se refiere a la indumentaria tradicional, la mixtificación e incluso la invención de algunos de estos trajes regionales. En las dos figuras que van a continuación puede verse la distancia que llega a alcanzarse por este camino entre una visión y la otra.

Figura 7a. Traje de Mayordoma de El Cerro del Andévalo (Huelva). Escuela Superior del Magisterio, 1916-1919. Madrid.
Figura 7b. Mayordoma de Huelva, Trajes de España, Barcelona, 1958. Láminas de Teodoro Delgado y glosas de Mariano Rodríguez de Rivas.
  En primer lugar debe tenerse en cuenta, como se ha venido viendo a lo largo de toda la exposición, la carencia de preparación especializada de las voluntarias y los mandos de la Sección Femenina en estos asuntos, que podría haberse paliado a lo largo de los años con una formación sistemática. La falta de preparación superior para sus afiliadas mantenida en toda su trayectoria, avala que el objetivo de la organización no era desde luego la investigación folclórica y que su interés por las culturas populares dependía de sus posibilidades de instrumentalización y utilización política, como entretenimiento de las masas y también como complemento de las actividades que se consideraban propias del género femenino.
Pero además, en lo que se refiere al tema de la indumentaria, la atención hacia el traje dependía de su uso como aditamento imprescindible para el espectáculo musical, organizado en torno al núcleo fundamental de los Coros y Danzas, lo que dirigía y condicionaba cualquier trabajo o investigación en este sentido. Los trajes  en primer lugar debían ser elegidos por ser propios de una tradición local -con la posibilidad de ser extendida a un ámbito provincial o regional-, más o menos antigua o auténtica, pero cuanto más posible de remontar a orígenes lejanos mejor (por ejemplo, los rodetes del peinado de las valencianas eran vistos como una supervivencia de las damas ibéricas protohistóricas, los faralaes eran puestos en relación con las antiguas civilizaciones micénicas y tartésicas, y el carácter medieval de los trajes femeninos del pirineo aragonés era siempre resaltado). Pero también, a continuación, se seleccionaban por su riqueza o espectacularidad, lo que incidía en la valoración de los que tenían mayor cantidad de aditamentos decorativos (joyas y bordados, por ejemplo, llevados al extremo en los muy “étnicos” trajes de charra salmantina o lagarterana). Así, todos los trajes mostrados eran de “fiesta”, ya que los vestidos cotidianos de la gente, incluso de aquellos lugares en los que existían todavía en aquellos momentos particularidades en la indumentaria tradicional, estaban adaptados al trabajo diario y no eran, por tanto, especialmente ricos en joyas ni en adornos.
Por otra parte, muchas de las prendas debieron acomodarse a las funciones específicas a que se destinaban y así, además de los cambios que tenían que ver con la necesaria modestia que era obligatoria para las mujeres españolas durante el franquismo, que descartaba ajustes excesivos a la figura y conllevaba cambios en la ropa interior tradicional, también hubo que hacer modificaciones que aliviaran el peso excesivo de la ropa o facilitaran los movimientos del baile. La moda también influyó considerablemente, por ejemplo, en el acortamiento excesivo de las sayas durante las décadas de los años 60 y 70.
Finalmente, la necesidad de que la forma de vestir fuera representativa de una de las regiones en que se había dividido España y que, a su vez, todas y cada una de las provincias tuviera su traje típico fue lo que seguramente contribuyó más a la construcción y reconstrucción de prendas y atavíos completos, que debían incluir en cada caso desde un  peinado o tocado específico al ajuar de joyas y un tipo de zapatos y medias propios. Para solucionar este tema hubo que hacer ajustes variados. Muchos trajes locales, ya conocidos de antiguo por su riqueza o sabor local característico, fueron adoptados como símbolo provincial, como ocurrió con el traje de charra que se convirtió en el traje típico de Salamanca, o con el rústico atuendo de las labradoras de la zonas altas de la provincia de Guadalajara que se dulcificó en el inventado traje de “alcarreña”.

Figura 8a. Traje de Salamanca. Trajes de España. Colección de María Eva Duarte de Perón. 1948.
Figura 8b. Charra salmantina, 1920. Museo del Pueblo Español. Moda en Sombras 1991, p. 124.


Figura 9a. Pareja de las tierras altas de Guadalajara. Foto de Laurent.
Figura 9b. Traje de Guadalajara. Trajes de España. Colección de María Eva Duarte de Perón. 1948.
  En general, observando las representaciones escalonadas de los trajes típicos con que contamos, lo que puede observarse en las de la Sección Femenina es una idealización absoluta, en sintonía con el resto de sus representaciones “ideales” de la mujer y del país en que estaban empeñadas.
No se trata, así,  de que la foto de Laurent que retrata a dos mozas de la Sierra durante la boda de Alfonso XII represente el auténtico traje madrileño; se trata de que la idealización del traje de madrileña de estilo goyesco que se reproduce en el libro Trajes de España. Colección de María Eva  Duarte de Perón  (1948), estampado, como el resto de las provincias, por V. Viudas, representa claramente una construcción cultista de una indumentaria típica de la capital de España, acorde con su rango e importancia y, desde luego, muy estética para lucir en el baile de boleros u otras danzas también denominadas “españolas”.

Figura 10a. Jóvenes serranas. Madrid. Foto de Laurent.
Figura 10b. Traje de Madrid. Trajes de España. Colección de María Eva Duarte de Perón. 1948.
 El mismo tono idealizado y remitente a viejas ideas y tópicos exotistas sobre el carácter original de la cultura popular española que aparece en los grabados de trajes y en otras reconstrucciones materiales (Cea y otros 1986), puede verse también en los trabajos escritos; por ejemplo, en la descripción que se hace en el libro citado arriba del traje de Granada:
“La gitana de Granada de seda roja chillona o amarilla, con peinecillos de colores, baila mientras cae la tierra en sus cuevas del Sacro Monte, una tierra amarilla como el ruedo de la Plaza de toros, donde ella enciende sus velones de plata y coloca sus colchas de color carmesí sobre la cama de hierro dorado, bajo el cromo de un Santo con una verde rama de romero bendito.- Pero hay también la granadina de los Cármenes. Que acaso recogió las pepitas de oro del Darro o del Genil, como los restos de una corona mora, con su jubón de terciopelo y su falda de seda rosa como el pálido jugo de la fruta de su nombre bajo el Mulhacén nevado de su blanca mantilla.- Tiene algo de morisca y cristiana, perdida ya la languidez oriental de las fuentes y de las albercas entre arrayanes de la Alhambra, donde la dorada caligrafía árabe sobre el estuco azul canta la gloria de Alá y hay leyendas de sedientos leones del desierto escritas en los tazones de sus surtidores”.
 Si se han señalado algunos rasgos de la obra de la Sección Femenina que inciden en su carácter intermediador e instrumentalizador del folclore para fines de propaganda y educación en los valores del régimen, hay que señalar que su obra más duradera Los Coros y Danzas de España no solo tuvieron un considerable éxito en su época, tanto dentro como fuera de España, sino que en buena parte han tenido continuidad en muchos de los grupos de música y danza folclórica que han existido después en nuestro país. El reciclaje político de algunos de estos grupos y, sobre todo, la experiencia organizativa y el acervo de información y conocimiento que tenían muchas de las personas que trabajaron en la organización falangista, hizo que fueran la base de los desarrollos folclóricos posteriores en muchas zonas (cf. Añón y Montolíu 2011: 26-29). Así pues, y aunque durante la Transición hubo una indudable reacción en contra de la organización falangista, y una crítica general de sus métodos y resultados, en este, como en otros terrenos de la vida intelectual española, puede decirse que no hubo una total ruptura, sino más bien continuidad, y que buena parte de lo que se presenta hoy en España como folclore tradicional, en una sociedad abrumadoramente modernizada y alejada de las raíces de la cultura tradicional, es producto de la recreación estilizada y transformada de la realidad mediante la acción políticamente orientada por la Sección Femenina, y esto mismo podría decirse concretándolo en los trajes regionales (Casero 2000: 118).
Por otro lado, en lo que tiene que ver con los trajes, su elaboración en el ámbito de control de la Sección Femenina, siguiendo hasta donde era posible, y en muchos casos copiando fielmente, los patrones, los materiales y las técnicas tradicionales, contribuyó considerablemente no solo a la conservación de los ejemplares antiguos, sino al mantenimiento de muchos trabajos artesanos relacionados, por ejemplo, con la orfebrería, los tejidos y los bordados, y dio lugar al resurgimiento de una artesanía que igualmente se mantiene en la actualidad en la mayor parte de las regiones, formada por talleres dedicados a la elaboración de los trajes regionales de exhibición, que siguen usándose hoy profusamente como medio de representación de la identidad cultural en todas las Autonomías. Las bordadoras, costureras, tejedoras, joyeros, zapateros, encajeros, etc. que sabían elaborar las prendas y los objetos propios de su cultura tradicional en muchas zonas pudieron seguir desarrollando su labor gracias al “mercado” que les proporcionó la Sección Femenina y pudieron, también gracias a su ayuda, seguir trasmitiendo sus conocimientos y técnicas.
Con todo, el legado de la Sección Femenina en lo que se refiere al folclore es todavía mal conocido. Y, aun menos que sus actividades musicales se ha estudiado lo que tiene que ver con los trajes regionales. A pesar de la aparición en los últimos años de libros importantes, apoyados en archivos provinciales y en la documentación de la Secretaría General del Movimiento depositada en el Archivo General de la Administración, en este desconocimiento ha incidido, entre otras causas, la forma abrupta en que se disolvió la organización en 1977 y la aparición de varias asociaciones sucesoras, como la Asociación Nueva Andadura, nacida para salvaguardar y mantener la herencia y el legado documental de la Sección Femenina (Súarez Férnandez 1993).
Una muestra de lo anterior es la dificultad para localizar una colección completa de los trajes regionales usados por los Coros y Danzas de la Sección Femenina. La existencia de un Museo del Traje, sucesor del antiguo Museo del Pueblo Español (Carretero 2004), llevaría a suponer que esta institución sería la más indicada para conservar esa colección. Sin embargo, en el Museo solo se recibieron, al disolverse la organización, un gran número de labores de costura (mantelerías, muestras de bordado, diseños de papel y piezas terminadas), una colección de velos de los usados para ir a misa y una serie de muñecas de fieltro vestidas con los trajes regionales españoles. Además se ingresaron unas pocas fotografías que llevan el sello de la Sección Femenina (1). Por otra parte, en 1986-87, Pilar Primo de Rivera donó al Museo un conjunto de más de doscientas piezas, formado por prendas de vestir y joyas asociadas a la indumentaria tradicional (Herradón 1998: 207), algunas de ellas con una etiqueta que marca su procedencia del Castillo de la Mota. Así, por ejemplo, aparecen como procedentes de esta donación, la enagua del traje de pescadora gallega (números de inventario MT02315, MT02328; MT06180, MT15112, MT18563) y la basquiña del traje de mujer de Ansó (Huesca) (Seco 2008) (números de inventario MT05741, MT05744, MT18527, MT18529; MT18537).
Ante la dificultad para localizar estos trajes, podemos recurrir para documentar su enorme riqueza y la minuciosidad con que estaban compuestos, a la colección que fue regalada  a María Eva Duarte de Perón durante su viaje a España en el verano de 1947. Como es sabido, en 1946 el Presidente Perón rompió el bloqueo impuesto por las Naciones Unidas al gobierno de Franco permitiendo la compra del excedentario trigo argentino y haciendo una generosa donación del mismo al pueblo español. Con ese motivo, durante una gira europea, su carismática esposa, visitó España entre el 10 y el 26 de junio de 1947. Entre los múltiples agasajos que recibió -fue condecorada por Franco con la Gran Cruz de Isabel la Católica- figuraban algunos actos y visitas con especial protagonismo de la Sección Femenina. Así, ya en el mismo aeropuerto de Barajas estaba prevista la actuación (que no se pudo llevar a cabo por problemas de horario) de 1.000 de sus chicas. Junto a la siempre acompañante mujer de Franco, Eva Duarte visitó también el Castillo de la Mota. Pero, lo más destacado fue la organización de un “Homenaje de las provincias de España”, consistente en un espectáculo folclórico celebrado en la noche del 12 de junio en la Plaza Mayor de Madrid. Al finalizar este, se hizo la ofrenda de las cincuenta provincias de España, con la entrega a Eva Perón de unas cajas de mimbre conteniendo las réplicas, adaptadas a las medidas de la primera dama, de los trajes típicos de las cincuenta provincias españolas.

Figura 11. Entrega a Mª Eva Duarte de Perón de los trajes típicos españoles, Madrid, 12 de junio de 1947.
 El acto es narrado como sigue en el libro de Enrique F. Widmann-Miguel que reproduce la crónica del viaje por España: ”Las representantes de cada provincia se acercaron con canastas de mimbre en forma de mujer, dentro de las cuales se encontraban los trajes típicos originales de cada provincia, confeccionados especialmente a su medida con géneros tradicionales auténticos guardados durante años, que fueron obsequiados a la Señora de Perón, incluyendo accesorios y joyas legítimas” (Widmann-Miguel 2009: 41).
 En esta ocasión, y en el contexto del máximo esfuerzo hecho por la dictadura para ofrecer su cara más amable al exterior, que conllevó una agenda de visitas, fiestas y regalos continuos para la primara dama argentina, vemos de nuevo la aparición en un primer plano del tipismo folclorista –no solo representado por la Sección Femenina, sino también por las instituciones de promoción de la artesanía, las agrupaciones de Educación y Descanso, y otros agentes- como uno de los elementos constituyentes más importantes en la autorepresentación de la nación y del régimen de Franco a través de ella.
En cuanto a la colección de indumentaria, constituye un conjunto formado por 728 piezas dado que cada traje incluye la ropa interior, el calzado, el aderezo de joyas, el tocado, etc. Parece ser que, junto a las cajas originales de mimbre que se conservan, iban también maniquíes, cuyos rostros representaban la fisonomía de las distintas regiones, pero estos resultaron perdidos en el teatro Colón de Buenos Aires (Camps 2002). Tras el regreso a Argentina de Eva Perón, la colección -que parece que tenía desde su origen un fin museográfico- se mostró en el Museo Nacional de Arte Decorativo y posteriormente quedó en la sede de la Presidencia de la Nación hasta 1967, en que se trasfirió al Museo de Arte Español Enrique Larreta de Buenos Aires, donde quedó depositada y custodiada. El Museo hizo una exposición de los trajes en 1985 de la que se editó un libro-catálogo, y una muestra completa de la colección se ha podido ver en Buenos Aires en 2002, diseñada por la museóloga María Teresa Dondo de Barcia y con textos de la investigadora del Museo Gloria Agid (cf. Lescano 2002).
Así, después de todo y de un modo paradójico, tenemos que una de las informaciones más completas, que yo conozca, sobre los trajes regionales españoles de la Sección Femenina que está disponible al público es la descripción de muchas de las piezas que componían cada traje provincial de los regalados a Eva Perón, que se ofrece a través del portal de internet Acceder (Red de Contenidos Digitales del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura argentino).

Figura 12. Jubón del traje de Murcia. Museo Larreta. Buenos Aires.


Figura 13. Sayas del traje canario. Museo Larreta. Buenos Aires.
 Por este catálogo, se puede apreciar la riqueza y la exhaustividad con que se había compuesto cada traje, que incluía desde los canastos, especialmente diseñados para el almacenaje y transporte individualizado, a los joyeros en que se guardaban los aderezos, las horquillas de plata diferentes para cada tipo de moño, los pendientes, las cintas de terciopelo para colgar las cruces, o las trenzas de pelo postizo (rubio) que debían acompañarlos en algún caso. Como ejemplo de la descripción que acompaña la ficha catalográfica de cada pieza en el museo argentino, transcribo la correspondiente a una pieza muy conocida de la indumentaria popular española, el traje de fiesta de las mayordomas de Zamarramala (Segovia):
“MITRA. Pertenece al traje regional de Segovia -provincia perteneciente a Castilla y León, España- que está compuesto por: MITRA (2) de terciopelo negro ricamente bordada y rematada con una gran borla de color y a los lados doce botones dorados llamados “apóstoles”. Amplio tul blanco guarnecido con puntilla de malla bordada que cierra sobre jubón con broche de corales. BASTÓN DE MANDO del municipio de Zamarramala, con engarce de metal dorado. JUBÓN de raso negro, abrochado con cordones y guarnecido por pechera, cuello y puños blancos de linón con broderie y galones de mostacilla y pasamanería. En los puños cuatro botones de filigrana de plata. FALDA de paño rojo con “tiranas” (guardas) de terciopelo negro y galones de pasamanería y mostacilla. MANDIL de brocado y terciopelo negros, bordeado por “puntas segovianas” de diseño similar al diseño de las almenas islámicas. MEDIAS blancas de punto calado. ZAPATOS de terciopelo negro con hebillas de metal labrado”.
La visión de esta riqueza y la calidad artesanal de las piezas que puede observarse en la colección argentina, nos muestra un conjunto patrimonialmente  valioso y nos habla de la labor cultural que, en paralelo a la actividad política que siempre fue la base y el motivo de cualquiera de sus actividades organizativas, desarrolló la Sección Femenina de Falange en sus cuarenta y tres años de vida y esforzado trabajo. A la vez, la historia de la colección de los trajes de las provincias españolas regalados a Eva Perón, nos enseña de qué manera la cultura popular y tradicional, como cualquier otra parte del patrimonio, tiene una vida, unos usos y unas posibilidades que van más allá de sus propios valores intrínsecos y dependen de la forma en que el pasado es considerado relevante para el presente; en una palabra del modo en que adquiere significación política. Finalmente, la posibilidad de consultar en Internet un catálogo profesional de una colección indumentaria de origen español a partir de un museo radicado en Buenos Aires, junto a la desaparición (al menos para el público general) de los trajes y el resto del legado folclórico acumulado por la Sección Femenina de Falange, pone en evidencia la dificultad de la gestión de nuestros bienes patrimoniales que tienen que ver con la postguerra y la dictadura. Son ejemplo, en fin de cómo cualquier objeto material puede ser revestido de significados y sentidos simbólicos distintos y hasta contrapuestos.
 


Notas
1. Agradezco a María Antonia Herradón, Conservadora del Museo del Traje, sus informaciones respecto a las colecciones de procedencia de la Sección Femenina que existen en el Museo.
2. Debería mejor denominarse montera, toca o tocado a este sombrero típico.


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29 de diciembre de 2019

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Algunos elementos religiosos del pueblo awá del suroccidente colombiano. Una aproximación etnográfica

Algunos elementos religiosos del pueblo awá del suroccidente colombiano. Una aproximación etnográfica
Religious elements of the Awá people of south-western Colombia. An ethnographic approach



RESUMEN
El artículo describe y analiza algunos elementos relevantes del hecho religioso de los indígenas awá del suroccidente -litoral Pacífico- de Colombia. Dada la riqueza en cuanto a ideas -creencias- y prácticas, aquí sólo se tomarán en cuenta algunos componentes. El trabajo tiene como fin mostrar que, pese a los procesos de intrusión o transculturación provenientes de otras latitudes, el hecho religioso sigue ofreciendo no sólo una gran capacidad de resistencia y adaptación sino, también, un vigoroso apoyo a otras manifestaciones tanto sociales como políticas y culturales.

ABSTRACT
The article describes and analyzes some important elements of religion of the indigenous Awá people on the southwest Pacific coast of Colombia. Given the richness in ideas, beliefs, and practices, here we take into account only some components. The work aims to show that, despite the intrusion or transculturation processes from other latitudes, the religious practice still offers not only great resilience and adaptation, but also a strong support for other events both social and political as well as cultural rights.

PALABRAS CLAVE
hecho religioso | práctica religiosa | creencias | ritual | awá | Colombia
KEYWORDS
religious event | religious practice | belief


El artículo muestra lo que podría llamarse el núcleo de la religión awá al abordar aspectos doctrinales o teológicos de su religión o hecho religioso sobre los cuales se fundamentan diversas prácticas religiosas y sociopolíticas. Estas creencias son de diversa índole y las encontramos ya sea en relatos o subyacentes tanto en actividades de la vida diaria como en celebraciones cargadas de sentido para los individuos o el grupo. Por lo general, esos elementos o creencias se encuentran expresamente emparentados con elcristianismo, pero guardan una especificidad que no hay que dejar de lado puesto que muestran esa relación especial entre religión y cultura.
En esta ocasión me referiré a las creencias y a las fiestas. Lamentablemente el espacio permitido para este artículo es corto para hablar de los ritos y otras prácticas religiosas: bautismo, honras a los difuntos, curación del chutún, acompañamiento a un muerto, echar agua a un niño (pi patanna), poner nombre (munna), entierro de un niño “auca” (awa paishpa ira kamnetu), bendecir, uso del tabaco…
1. Creencias
La cruz
Si bien la cruz no es un elemento original dentro de la religión awá, ha llegado a desempeñar un importante papel en su sistema de creencias (1). Pero además de ser un elemento que forma parte de ese sistema de creencias, la cruz se ha convertido también en un símbolo religioso dentro del universo simbólico de los awá. Pienso que podemos pensar en un largo proceso histórico previo al momento de incorporación de este componente al mundo religioso awá. Si bien es cierto, como veremos en seguida, que la comprensión awá de la cruz no cubre lo que podría llamarse una hermenéutica cristiana oficial, es un referente simbólico muy importante dentro del hecho religioso de los awá.
Recordemos que los símbolos son realidades físicas, perceptibles a los sentidos, pero dotadas de significados que deben ser compartidos para que puedan demostrar eficacia; además, pese a la equivocidad de un símbolo, la comprensión de éste debe presentarse de una manera estandarizada, es decir, que su significado sea común para aquél grupo que lo considera, la mayoría de las veces de manera no consciente, como un factor importante dentro de su vida colectiva. Cuando hablo de la equivocidad del símbolo, me refiero a que en el caso de la cruz, por ejemplo, los indígenas awá, lo mestizos y los negros tienen referentes distintos en cuanto a su interpretación porque se manejan o se utilizan marcos interpretativos distintos de acuerdo a la cultura de cada grupo; sin embargo, la cruz es un símbolo religioso para cada uno de estos grupos pero hallamos la denominada “distancia estructural” (2).
Con Haug y Moreno (1991: 73-74) hemos observado (Botero Villegas 2003) que para los awá la cruz se encuentra en diferentes lugares de acuerdo con el contexto.
a) La mayoría de indígenas awá, en aquellos caminos que conducen a su casa, a unos 20 metros de distancia, colocan una cruz de madera buscando que el “irawá” (o iragüil, visión, mal espíritu, diablo) no se acerque y les haga daño.
b) En sus caminos comunitarios dentro de la selva, los awá tienen sitios específicos para descansar. En ellos, se encuentra una cruz que busca proteger a los niños, evitando así que el “irawá” (iragüil) y la “inkua” (la vieja) se acerque a ellos.
c) Cuando se encuentra una cruz en un lugar no fijado como “descansadero”, se espera señalar que muy cerca de donde está colocada la cruz, hay un peligro; una trampa montada con escopeta, por ejemplo.
d)Si caminando por la selva, los awá escuchan el chillido de la “inkua” -que “chilla como gente”- o del “irawá”, inmediatamente plantan una cruz en el lugar.
e) Dentro del territorio familiar, fuera de los caminos cotidianos, en sitios donde se arman trampas con escopeta, se coloca una cruz como señal de peligro para los familiares que acostumbran cazar en la misma área.
f) En el lugar escogido para la construcción de una nueva casa o en el terreno destinado a la siembra de maíz, se planta una cruz. En el primer caso, la cruz que se coloca es de madera; en el segundo, se hace en tierra con granos de maíz colocándolos sobre la superficie.
g) En un chorro de agua cerca de la casa, donde se recoge el agua, se inserta una cruz, debido a que los niños siempre andan por esos lugares.
h) En tiempo de cosecha se acostumbra asentar una cruz bajo los árboles frutales como señal para evitar que alguien se apodere ilegalmente de las frutas.
i) Asimismo, se colocan cruces sobre las tumbas. En la tumba de un adulto, la cruz indica el punto de apoyo para que el muerto pueda levantarse; en la tumba de un niño, para que el “irawá” (iragüil) no se acerque.
j) Al cabo de un año, se coloca una cruz elaborada con tela negra sobre la mesa que se arregla para la celebración de las honras.
k) Durante la Semana Santa, de manera específica los días martes y miércoles santos, colocan cruces de madera en diferentes sitios: sembrados, cultivos de chiro (3), caminos, chorreras (4), descansaderos, donde están los animales y cerca de la casa. El Viernes Santo se hace un recorrido con una cruz adornada con productos agrícolas y flores.
l) En la celebración de la fiesta de “El Pendón”, la cruz tiene un sitio especial al lado de la bandera de Colombia. Ambos elementos presiden el altar de “El Pendón” y se colocan al frente de la procesión durante el recorrido por aquellos sitios de la comunidad calificados como principales (escuela, casa comunal, cancha…).
Encontramos asimismo algunos lugares o espacios sagrados que proporcionan seguridad o inseguridad:
La dualidad, la fuerza y el poder concentrados (Haug y Moreno 1991):
Río/agua:
- para bendecir,
- para purificar: sacar lo malos espíritus,
- como fuente para conjurar los malos espíritus,
- en el velorio: sitio del “niño auca” (Botero Villegas 2003: 216).
Loma/cuchilla:
- vivienda del “ippa”, trueno (Botero Villegas 2003: 195) (o ceja de montaña),
- vivienda del Astarón (Botero Villegas 2003: 165 y 168) y de la vieja (Botero Villegas 2003: 197) (“inkua”).
Opuestos complementarios; lugares de seguridad e inseguridad:
Casa:
- allí no se encuentran los malos espíritus.
Monte/montaña:
- allí andan los malos espíritus, más que todo en la tarde y en la noche, por eso colocan la cruz en los sitios donde descansan y en donde escuchan la “inkua” o vieja.
Según el mito de la creación:
La parte plana:
- creada por Dios.
La peña o montaña:
- creada por el diablo.
Veamos un relato que nos ayudará a aproximarnos a esta creencia:

 La dueña del bosque
“Antes los mayores aconsejaban que no se destruyeran las montañas, decían que eran sagradas, que habían animales, madera, bejucos.
Cuando querían ir a cazar animales, tenían un horario fijo para hacerlo, entre las 10 de la mañana y las 11. Dentro de esas montañas se encontraba una dueña que era el Iragüil (5); cuando gritaba la Vieja las personas se tenían que retirar rápido del lugar.
Los mayores cuentan que la vieja es como una mujer, tiene pechos largos, o las tetas. Cuando la vieja les seguía, las personas se enfermaban porque antes los caminos eran feos.
El Iragüil perseguía a las personas con niños sin bautizar, por eso antes colocaban cruces en los descansaderos de los caminos, con ramo bendito. Los mayores decidieron derribar las montañas para que la vieja se fuera del lugar. Cuentan que está en las chorreras, en las peñas y en el bosque.”
Si nos acercamos a algunos relatos awá podremos encontrar otro tipo de creencias religiosas.
El guarapo
“Tenía un trapiche (6) un señor. Los sábados él molía guarapo (7) y tenía para tomar. En la tarde a veces se quedaba en el rancho. Cerca había un río y del río como a las doce de la noche venía una bulla y el dueño del guarapo estaba oyendo todo. Y llegaron unos al rancho, fueron a ver el guarapo.
A ver cómo está el guarapo, dizque dijeron los que llegaron, ¿estará bueno?, tomemos. Sí, está bueno, dijo otro, ¡como para chumar! Siguieron tomando hasta las tres de la mañana. Ya se acabó, y dijeron: hay que cortar caña para dejar moliendo para venir a tomar de aquí a tres días. Se pusieron a moler y lo dejaron tapado y se fueron al río. Esos eran ahogados, eran las ánimas de los ahogados.”
Si bien es difícil acceder plenamente al mundo que los awá conciben después de la muerte, este relato nos abre una pequeña entrada para saber que existe una creencia sobre las “ánimas”, es decir, sobre las almas de los muertos, pero sobre todo de aquellos muertos que no mueren de manera natural sino de forma violenta o accidental. Esas ánimas no descansan, o como se dice habitualmente, son ánimas en pena. Si esta es una creencia awá o ha sido tomada del mundo de los mestizos poco importa para nuestros propósitos, el hecho es que ahora esta creencia forma parte del modo como ellos conciben determinado tipo de eventos o situaciones.
El niño auca
“[Auca] Significa no echado agua, que podría ser de un rezandero, un padre que le haya echado agua, pero nadie lo hizo, entonces queda auca. Éste es arisco, como diablo o Astarón. Me dijo un viejo: ‘le voy a decir lo que decían los antiguos’. Este era una vez un niño (cristiano) en la cual él murió y lo colocaron atrás del otro niño (no bautizado), entonces éste se lo comió al niño bautizado. El auca es bravo y no le gusta ver al niño que es bendecido. Cuando se muere el niño auca, él se cría rápido, ligero, es un hombre alto, como gente, pero distinto (como diablo). Cuando muere el niño sin olearlo saben echar agua los que pueden rezar, gente mestiza o negro. Rezando y echando agua, si sabe indígena rezar sale mejor, lo mismo que el blanco y a este se lo entierra el mismo día (auca), no se espera hasta el otro día. En este entierro no asiste mucha gente.”
De acuerdo con estos y otros relatos, la religión awá es en la actualidad una mixtura compleja de elementos aportados por el cristianismo, la historia de Colombia, religión awá, relatos de fuera y otros componentes.
Ahora bien, si debiéramos hablar de manera estricta -según los saberes expertos-, diríamos que lo religioso en los awá no llegó en el pasado a constituir una verdadera religión-creencias, especialistas sagrados, culto y ética o moral-, puesto que advertimos la ausencia de algunos elementos constitutivos -especialistas y culto-. Aún así, consideramos que debió existir algún núcleo o foco de creencias que ha logrado permanecer hasta nuestros días si bien en un ropaje nuevo o distinto proporcionado por el cristianismo, así como algún tipo de comportamiento ético-religioso desprendido de esas creencias. Aunque es cierto que hay personas encargadas de llevar a efecto determinado tipo de sesiones curativas, también es cierto que estas personas no están dedicadas única y exclusivamente a esta forma de vida puesto que desempeñan otras funciones cotidianas en la sociedad que no tienen nada que ver con esas y otras celebraciones.
Como se dijo antes, intentar descubrir aquella religión prístina y original de los awá no dejará de ser una pérdida de tiempo y, además, un intento inútil de llegar a algo con sentido. La religión awá es aquella que podamos descubrir y analizar en el presente (8), con los elementos descritos antes y algunos otros que podamos añadir.
El relato sobre el niño auca, por poner un caso. Comencemos diciendo que hay elementos o componentes provenientes de otras partes. El mismo término auca es un ejemplo. Auca fue la denominación que los incas dieron a los habitantes del actual oriente ecuatoriano que no pudieron ser sometidos a la acción “civilizatoria” del incanato. Al permanecer al margen de esa acción, fueron considerados “aucas”, es decir, salvajes. El término fue luego utilizado por los misioneros católicos para designar a las personas, niños y adultos que no habían sido bautizados. Si en Europa a los no bautizados se les llamaba moros-infieles-, en esta región de América se les llamaba aucas, en el sentido descrito por el relato.
Es difícil saber a ciencia cierta aquello que los awá piensan sobre las acciones realizadas por los difuntos, pero los encontramos tomando guarapo en un trapiche, o asustando a quienes no realizan determinados rituales a su favor, tal es el caso que documento de la comunidad awá de Piedra Sellada del municipio de Tumaco.
Diario de campo: Cementerio familiar de E. Canticús. Tumba de Isabel Canticús niña de 16 años. 9 am:
“El lugar está situado sobre una loma o promontorio. La tumba está situada en el suelo; fue arreglada en forma de cruz limpiando los arbustos. Se construyó un pequeño rancho con maderas y hojas del lugar para cubrir la tumba. En un poste vertical se hallaban las pertenencias de la difunta -ropa, utensilios de cocina, botas…-, había también una botella plástica con algo de bebida. Dos palos delgados clavados en tierra sirvieron como soporte para las velas que fueron encendidas. Hacia los pies de la difunta se colocó una gran cruz de madera de guayacán, cuyas piezas de madera fueron transportadas por el padre de la difunta y por otro indígena desde el poblado.
Acompañando al padre de la niña se encontraba el gobernador del resguardo y otras personas.
Apenas llegados, algunos fumaron un cigarrillo para, según ellos, prevenir mal aire.
Después de la bendición del lugar con agua bendita, don E. Taicús se despidió de la hija diciéndole: ‘Bueno Isabel, te estarás quieta, ¿no?; ya no molestes, ya después nos vemos aquí’.”
Sobre Dios tienen una imagen que podría resumirse en las siguientes características: es creador del mundo y de los hombres, es quien ha enseñado a los awá a sembrar, cosechar, hacer casas, cazar, pescar; es decir, es un “héroe civilizador” que les ha enseñado y de quien han aprendido a realizar todo lo que en la actualidad hacen.
Por lo general, aunque haya excepciones, no perciben a Dios como castigador o como alguien que pueda intervenir ya sea positiva o negativamente en sus vidas. No se dirigen a él para esperar sus dádivas. Piensan, eso sí, que el especialista sagrado cristiano, el sacerdote, tiene algún poder y por eso le pidan que bendiga agua, semillas, incienso, y otros productos durante fiestas como El Pendón o Ramos.
Veamos un ejemplo consignado en el Diario de campo:
“Guandapí. Dice don Luis Alfonso que desde la última bendición de Ramos, el año anterior, ‘los niños ya no se enferman tanto’, que ‘eso les ha ayudado a que se pongan más fuertes, porque antes daba mucho dolor de cabeza, fiebre, vómito y diarrea’.
Al final de la celebración de Ramos, don Luis enfatizó acerca de la importancia que este tipo de eventos tiene para la vida comunitaria de quienes viven en Guandpí. De igual manera, afirmó, que es la única manera de evitar las acciones negativas de la Tunda (9) y de otras visiones. Por eso hay que bendecir las semillas, los productos, el agua, el territorio, las palmas de corozo.”
El sentido que tiene Jesucristo para ellos no es muy familiar, lo mismo que la Iglesia o los sacramentos. Pero no deseo seguir este camino, es decir, definir la religión awá por sus carencias en comparación con el cristianismo.
El hecho religioso awá, pese a las aproximaciones que hagamos, es todavía un campo abierto. Continuemos.
El mundo, según se infiere de algunos relatos awá, tiene dos lados: una parte superior, donde viven ellos -los nkal awá, la gente de la montaña-, y una parte inferior, donde vive otra gente no awá. Los habitantes de ambas superficies no se encuentran, pero por varios relatos se tiene conocimiento de la existencia de la gente del otro lado. Veamos uno de ellos.
El armadillo
“Andaban dos cazadores, éstos llevaban perros y escopetas; en el rastrojo se encontraron un armadillo, éste al verlos, se fue a la cueva. Ellos se pusieron a escarbar con palancas de chonta y cuando sintieron, estaban en el otro mundo de abajo. Al estar allí, llegaron muchos armadillos como piedras que había en este lugar, allí había mucha, pusieron a hablar.
El dueño del armadillo del mundo de abajo, Kuesmasú, daba consejo que no lo hirieran, porque a él le tocaba duro, ya que le tocaba curarlos. Les dijo a los señores que cuando le disparaban al armadillo con escopeta, debe ser de una sola a los grandes, los pequeños se dejan para la cría.
Allí se hicieron amigos con la gente de ese mundo, les dieron chontaduro, maíz, plátano y armadillo. Los dueños sólo comían humo, no les gustaba comer; a los amigos cazadores les dieron carne. La gente no orinaba, por eso los llamaban los ‘tapaculos’ o los ‘pilmeas’.
Éstos invitaron a una minga a socalar (10) maíz, fueron bastantes; se pusieron a tirar hacha a los árboles de rascaderas y los que aquí del mundo de arriba, ¡mamasú!, de un machetazo los mandaba al suelo, después que regaron maíz se pusieron a dormir un año.
Un cazador se enamoró de una mujer del otro mundo, al hombre lo encerraron y decían: ‘póngalo ahí, se ha muerto’.
Ellos sintieron el papagayo que chillaba y dijeron: ¡levanten, levanten ligero a guardar maíz!
Curado el hombre cazador, se encontró con una hormiga arriera que cargaba hierba en la cabeza, y le dijo que los sacara de allí. La hormiga le dijo al cazador: ‘¿Cuánto me paga?’. El cazador le dijo: ‘Un quintal de maíz’. Entonces la hormiga le dijo: ‘Cierre los ojos’, y así lo hizo.
Así que cuando el hombre abrió los ojos ya estaba arriba; el hombre fue y trajo el maíz y lo dejó donde la hormiga le había dicho. Curado el cazador, fue a mirar el maíz, la hormiga ya se lo había cargado todo.
El cazador fue a contar a su mujer y a la gente lo que a él le había pasado. El hombre estuvo un año allá, gracias al encuentro de la hormiga que lo sacó a él y al perro.”

Figura 1. El mundo de arriba y el mundo de abajo (Haug y Moreno 1991).
El sol, la luna y las estrellas giran alrededor de la tierra, de tal manera que cuando en un lado es de día, en el otro es de noche. Tanto el sol como la luna y las estrellas son personas que andan con luces de mayor o menor intensidad.
En cuanto al sol, existen dos: uno que es fuerte, cuando este sol sale se va a pescar; otro es débil y aparece cuando el día está lluvioso.
En lo que se refiere a las estrellas, éstas caen como lluvia por la noche y al amanecer se las puede recoger en la “flor de Dios”. El agua recogida tiene propiedades curativas sobre los ojos enfermos. Cuando mejoran, dicen, se ven bonitos como estrellas.
Si una noche es muy clara, y pueden verse las estrellas, no es aconsejable mirarlas, porque si alguien observa una estrella mientras cae, a esa persona se le muere un familiar pasados seis meses. Igual sucede cuando es un moribundo quien mira la estrella caer.
Tanto en la parte superior como en la inferior, hay un cielo encima de la tierra. En el cielo que se encuentra arriba, donde viven los awá, habita un dios que también es awá. Este, junto con los muertos, trabaja: siembra y cosecha maíz y chiro; también pesca y caza. Los muertos que están arriba tienen mucho más trabajo que los awá que están abajo, porque en el cielo la tierra es mejor. No se sabe si en el cielo del otro lado de la tierra también reside un dios. Los awá afirman que los blancos tienen otro dios.
Con respecto al agua, dicen que viene del cielo y llena los ríos que van al mar, el cual está ubicado en el centro de la tierra. Cuando el mar se inunda, es porque Dios castiga a la gente. El agua regresa al cielo en tiempo de verano y baja de allí en el invierno.
Los awá no tienen una palabra propia para referirse a Dios. Algunos de ellos utilizan la expresión “taita” proveniente del idioma quichua y que se utiliza para dirigirse a alguien de respeto.
http://www.gazeta-antropologia.es/?attachment_id=1404" rel="attachment wp-att-1404">
Figura 2. El mundo de arriba y el mundo de abajo. Otra representación según el relato del armadillo (elaboración propia).

2. Fiestas
Las fiestas ocupan un lugar muy importante en la vida religiosa y social de los awá. Si bien celebran algunas cuyo nombre también realiza oficialmente el cristianismo en épocas determinadas del calendario litúrgico, la manera de celebración, los fines y el modo como es contemplada difieren.
Una característica particular de las fiestas propias de los awá es que, a excepción de la del Señor de Kwaiker o del niño Dios en ciertas comunidades donde recientemente se celebra la Navidad, no están dedicadas a ningún santo. Si bien es cierto que los awá colocan imágenes y objetos para que se les bendiga en las fiestas principales de Ramos o El Pendón, no encontramos la imagen de un santo que sea el centro de atención o culto de las celebraciones.

2.1. Fiesta de Ramos
Una festividad religiosa muy importante en algunas comunidades del territorio awá es la fiesta de Ramos, que en los últimos años se viene celebrando en los resguardos y ya no en los centros de culto de la carretera -Llorente, La Guayacana, El Diviso-. Desde hace algunos años, esta fiesta se viene cumpliendo en lugares como El Sábalo, Sabaleta y Pulgande, y más recientemente en Calbí, El Hojal, Rosario y Albicito. En estas comunidades se reúnen indígenas provenientes de diferentes puntos del territorio awá. “El día que Jesús llegó a Jerusalén”, los indígenas celebran la bendición de todo aquello que se considera como relevante para la sociedad awá: terrenos, agua, niños, hombres, mujeres, escuela, casa comunal, entre otras cosas. Además, cada familia lleva un ramo de palma para que se le bendiga y colocarlo luego en la “finca” o en la casa. El Viernes Santo, cuando se conmemora la pasión y muerte de Jesús, los awá se recogen en sus casas y mantienen ciertas restricciones: no tener relaciones sexuales, no sembrar, no cazar ni pescar, y no bañarse en los ríos porque, dicen, durante esa semana la mujer del diablo se baña en las cabeceras y el agua baja sucia. Así esperan hasta el domingo de resurrección, al amanecer se acaban las restricciones pudiendo bañarse todos en el río-rito familiar y comunitario- porque, piensan, ya resucitado, Jesús se baña en las cabeceras para limpiar sus heridas y el agua baja limpia. Terminan la Semana Santa con fiesta y baile, todos compartiendo la comida. Luego todo vuelve a la normalidad.
Consideremos la celebración de la fiesta de Ramos en varias comunidades awá.
Resguardo Sabaleta
Las personas ya estaban reunidas en la escuela y habían recibido la preparación prebautismal el día anterior.
Estaban presentes las autoridades del cabildo con sus distintivos bastones de mando elaborados en madera de chonta o gualte y decorados por ellos mismos. La conformación de la comunidad es diversa, hay muchos mestizos. Se preparó el programa de la celebración juntamente con las autoridades.
Muchos mestizos como padrinos, pero también para bautizar a sus niños y niñas. Hay ciertos roces entre los grupos que viven allí muchas veces con intereses opuestos. Sin embargo, los indígenas han logrado que se respeten sus derechos, por ejemplo, ya los grupos armados no pueden reunirse en la escuela.
Antes de ser resguardo, los mestizos del lugar celebraban la fiesta del Corazón de Jesús motivados por una señora que se ha distinguido precisamente no por un buen trato hacia los indígenas. Ahora que es resguardo, los mestizos pretenden recuperar esa fiesta y, además, crear una junta de acción comunal, lo cual es ilegal porque la única autoridad u organización en el resguardo es el cabildo, no puede haber una organización paralela, los mestizos que viven en el resguardo deben atenerse a las normas del cabildo.
La fiesta de Ramos fue una oportunidad para que los dirigentes del cabildo, con el gobernador a la cabeza, desplegaran la autoridad que tienen dentro del resguardo sobre indígenas y mestizos (Diario de campo).
Resguardo El Hojal
Casa indígena. La comunidad se está preparando para la fiesta de Ramos y construyen cercos de palma por donde va a pasar la procesión.
Casa indígena. Han llegado algunas personas para la celebración. Un dirigente llega con su mujer trayendo plátano, chiro y chontaduro. Antes fue gobernador de El Hojal y ahora alguacil, trae palmas para decorar la casa indígena y arreglar el altar de ramos.
Por la tarde llegaron el coordinador de proyectos de la UNIPA (11), y un técnico para realizar un taller teórico-práctico sobre producción alimentaria. En la noche bailes en la casa indígena y en la casa del profesor.
Para la preparación de los bautizos, se les pidió el favor a algunas autoridades para que ayudaran. Hicieron alusión a una serie de relatos que no conocíamos y que hacen referencia al niño auca que se come al niño que no se ha bautizado. Debemos recuperar este relato.
El arreglo del altar para la fiesta de Ramos se hace de la misma manera como se prepara para la curación del chutún (12). Tanto para el altar de Ramos como para la curación de chutún y de duende, utilizan una flor llamada “flor de duende”.
Siempre tienen dispuesta una marimba para las fiestas de El Pendón y Ramos. Esta fiesta de Ramos se reanudó después de dos años. Fue más bien como una fiesta familiar ya que la mayoría de los participantes eran familiares y la principal animadora fue la madre de uno de los dirigentes.
En la casa del profesor el baile duró hasta las seis de la mañana. La música que bailaron fue principalmente una llamada tecno-cumbia que se escucha mucho en Perú y Argentina. También se oyó música bailable colombiana. Algunos, en lugar de bailar, se dedicaron a jugar al “sapo” apostando dinero y tomando cerveza y aguardiente.
En la casa indígena, mientras tanto, veían algunas películas en DVD aprovechando la planta eléctrica. Después bailaron al son de la marimba y tomaron cerveza, aguardiente y guarapo.
No hubo peleas ni problemas durante la noche, todo transcurrió normalmente gracias al control ejercido por los alguaciles (Diario de campo).
Comunidad Guandapí
Entrada a Guandapí desde La Guayacana. Camino empalizado en su mayor parte y en buenas condiciones. Se han hecho mingas (13) para construir acequias para que el agua corra y no dañe el camino. Esta construcción ha estado a cargo de mestizos quienes han retenido parte del dinero para sus propios intereses.
Encontramos algunos mestizos que entraban y salían. Doña Paula, la esposa de don Luis Alfonso, salió a encontrarnos a La Guayacana. Nos recibió don Luis quien alguna vez fue gobernador del resguardo El Gran Rosario. Guandapí es una de las comunidades que pertenecen a este resguardo.
En la habitación que se nos dio para dormir hay un altar doméstico.
A las tres de la mañana se despertó la familia de don Luis quien hablaba con algunos de sus hijos, lo hacían en voz baja y en castellano a pesar de que don Luis habla perfectamente el awapit. A las cinco de la mañana encendieron la radio y sintonizaron una emisora ecuatoriana, luego pasaron a la emisora de la UNIPA.
Don Luis elaboró un ramo para la fiesta que representa los cuatro mundos según los awá (Botero Villegas 2003).
En la escuela se preparó un altar con mucho esmero para la celebración de Ramos y la gente comienza a reunirse allí trayendo ramos (algunos en forma de cruz), agua y algunas imágenes religiosas y semillas de plátano. Los primeros en llegar son los jóvenes y los niños vestidos para la ocasión. Algunos dicen que hay escasez de ramos y por eso debieron comprarlos.
A falta de marimba la profesora y una misionera ensayaron algunos cantos con los jóvenes y niños. La profesora también había preparado anteriormente algunos cantos con los niños de la escuela.
Un niño de la escuela, hijo de don Luis, hizo la lectura del relato de La creación según los awá.
Al final de la celebración, don Luis enfatizó acerca de la importancia que este tipo de eventos tiene para la vida comunitaria de quienes viven en Guandpí. De igual manera, afirmó, que es la única manera de evitar las acciones negativas de la Tunda y de otras visiones. Por eso hay que bendecir las semillas, los productos, el agua, el territorio y las palmas de corozo.
En una conversación aparte, don Luis habló de alguien que está afectado por unas visiones y le da miedo andar solo por la montaña, tiene que ir siempre acompañado de su padre. Lo han llevado al médico y a unos curanderos del Putumayo, le han hecho las curaciones para chutún y enduendado (14), ha mejorado un poco pero no ha superado del todo esa situación. Su padre lo llevó al santuario de las Lajas pero el sacerdote encargado le dijo que primero debía hacer la primera comunión.
La asistencia fue poca, así lo hicieron notar don Luis y la profesora, debido a que en el mes de diciembre ya habían bautizado a la mayoría de los niños. Fue sobre todo una fiesta familiar a la que acudieron pocas personas incluidas algunas mestizas (Diario de campo).
Comunidad Calbí
Anoche vino Juan Sebastián a visitarnos. Estuvo cerca de dos horas y nos habló sobre varias cosas. Contó varios relatos, entre ellos el del dinero y el diablo -el dinero lo hace el diablo -que es “paisa” (15) -con los condenados que están en el infierno-, dice también que piensa hacer una reunión de dos días con los mayores de todo el resguardo y, con la ayuda de las profesoras, hacer un libro con los relatos que cuenten en esa reunión y socializarlo en las reuniones del cabildo y en la escuela. Estaremos esperando el desarrollo de esta iniciativa.
Recorrido por las instalaciones de las piscinas para el cultivo de peces, dicen que quieren tener carpas, el agua la toman de la quebrada Cabecera de Rosario. También por el huerto de piñas.
Preparación para el bautismo en la casa indígena. Intervención de Juan Sebastián y Miguel Ángel, actualmente alguacil pero quien ha sido también gobernador “chiquito” -suplente-de Calbí. “Sin bautizar, niño es auca, bravo. Se enferma de mal viento, aparece visión, Tunda. Con bautismo ya son cristianos, hijos de Dios, ya no se enferman, pueden andar solos”. El padrino es el mismo Juan Sebastián quien ha sido también gobernador “chiquito”, pero también gobernador de El Gran Rosario.
Para la celebración traen vasijas con agua, semillas de plátano y otras cosas. Igualmente acondicionaron la marimba y trajeron el bombo. Dicen que tienen que arreglar el bombo con cuero de tatabra (16) porque el cuero que tiene ahora tiene un hueco hecho por las ratas.
No hubo el acostumbrado baile. La gente que asistió y participó fue muy poca. Prácticamente las familias de Juan Sebastián y Miguel Ángel (Diario de campo).
2.2. Fiesta de El Pendón
Una fiesta muy característica de los awá de la zona correspondiente al municipio de Tumaco, ha sido y sigue siendo la de El Pendón (17). Antiguamente, al igual que la fiesta de Ramos, se celebraba en los pueblos de la carretera -Llorente y La Guayacana-, si bien se había iniciado en la población de Ospina Pérez, luego se trasladó a Altaquer, donde fue suprimida por el párroco de entonces, reapareciendo en la parte de la llamada región costera. Más adelante volveré sobre los posibles orígenes de la fiesta.
Resguardo El Hojal
Cada año, el 6 de agosto, se celebra la fiesta de El Pendón en el resguardo indígena awá de El Hojal. Días después, y con muy pocas variantes, la misma fiesta es llevada a cabo en la comunidad de Calbí, Alto Palay y otras comunidades.
Desde el día 5 de agosto van llegando a El Hojal numerosas personas-indígenas, negros y mestizos- de otras comunidades y resguardos, algunos con sus equipos de fútbol para participar en el torneo programado por los organizadores de la fiesta-pendoneros y capitanes-, otros con cosas para vender -cerveza, carne, galletas, gaseosas, etc.-, otros para hacer bautizar a sus niños, y también quienes simplemente desean participar de la fiesta anual tomando y bailando al son de la marimba. Para cuando se inicia la fiesta llega a reunirse un número aproximado de 200 personas.
Además de la procesión y de las bendiciones que caracterizan la festividad, los bautizos son quizá la motivación principal para que ésta se lleve a cabo.
Así registraba un estudio sobre los “cuayquer” la fiesta de El Pendón hace algunos años:
“La fiesta más importante de la comunidad cuayquer es la de El Pendón que parece existir desde mucho tiempo antes de la llegada de los conquistadores y se realizaba seguramente en uno de los centros de organización tribal denominado hoy Cuayquer Viejo. Los miembros de esta etnia se reunían anualmente para efectuar ceremonias de reencuentro de personas de diferentes comunidades, con el fin de celebrar la bonanza de sus cosechas y la redistribución de sus riquezas, lo mismo que relacionar a los jóvenes en edad de comprometerse en amañe. Esta fiesta tradicional se ha ido transformando paulatinamente adquiriendo rasgos de sincretismo religioso, debido a la evangelización realizada por los misioneros, la cual es reforzada por el hallazgo de una imagen de Cristo en la ladera de una montaña cercana a Cuayquer Viejo; dicha imagen es considerada milagrosa por los indígenas y se ha convertido en símbolo de esta fiesta tradicional.
Los misioneros crearon un sistema de tributo, especialmente para la celebración de la fiesta del ‘pendón’ que consistía en la entrega, por parte de los indígenas, de especies vegetales y animales a los sacerdotes. Este hecho cambió el sentido y la importancia que tenía dicha celebración para los cuayquer.
Actualmente la fiesta del ‘pendón’ ha perdido su carácter tradicional para convertirse en un acto de poca significación cultural, más aún, si se tiene en cuenta que el ‘pendón’ constituía toda una expresión de sus formas organizativas propias; solamente quedan algunos rasgos en las jerarquías denominadas ‘fiesteros’, ‘capitán grande’, ‘capitán chiquito’, ‘pendoneros’ y ‘camaritos’, quienes se encargan de proveer, distribuir y transportar lo necesario para la celebración.”
Según lo anterior, la fiesta de El Pendón parece tener sus raíces en algún tipo de celebración o ritual indígena que incorporó elementos cristianos para poder ser llevada a cabo sin prohibición alguna por parte de la institución eclesiástica. En este sentido, El Pendón mismo debió constituirse a partir de las exigencias que el clérigo hacía a los indígenas tanto para permitirles hacer la celebración como para estar presente en ella.
En otras palabras, El Pendón fue el símbolo de legitimidad que la Iglesia daba a la fiesta y que los indígenas awá recibían por parte de la institución eclesiástica. Con la incorporación de la misa, de los bautizos y de otros ingredientes, la fiesta de El Pendón se convirtió en un evento cristiano, algo así como una fiesta patronal al mejor estilo de las comunidades mestizas y negras.
Sin embargo, para los indígenas fue una legitimación hacia afuera y hacia adentro. En el primer caso, para ubicar su celebración en la ya vasta constelación de festividades locales de comunidades, barrios, ciudades, etc., y, en el segundo caso, porque la fiesta de El Pendón forma parte de aquellos medios en donde producen su identidad como indígenas awá. Es una fiesta propiamente indígena pese a todos los elementos agregados que haya podido incorporar a través de los años; es una fiesta que reafirma y reproduce su identidad; es un elemento cultural importante que puede ser leído como un factor de resistencia frente a las presiones que a varios niveles sufren como indígenas en un medio habitado por personas que se comportan, la mayoría de las veces, de manera hostil.
Resguardo Calbí
El Pendón, cuyo origen pudo ser diverso, es el símbolo que mediatiza las relaciones de los indígenas tanto con los mestizos como con la Iglesia en un momento para ellos importante del año. En los últimos tiempos ha ido aumentando el número de comunidades y resguardos que participan durante los dos días y medio que dura la fiesta de El Pendón en El Hojal. En esta ocasión estuvieron 11 entre comunidades y resguardos.
El día 5 se organizan las diferentes actividades: partidos de fútbol, encargados de hacer el altar y el pendón, se reúnen los padres de familia y padrinos de los niños que van a ser bautizados para recibir el cursillo prebautismal.
Desde el día 5 de agosto se comienza a atender con el cursillo prebautismal a quienes van a la fiesta para bautizar a sus niños.
A las 2.30 pm del día 6 se anuncia el comienzo de la celebración con música de marimba, interpretada por algún “marimbero” local acompañado, en ocasiones, por alguien venido de otra comunidad o resguardo. Después de la música se comienza la procesión desde la casa indígena siguiendo una ruta determinada buscando llegar a los puntos considerados como más relevantes del sitio: la escuela, la casa indígena, el río o quebrada, el monte… Durante la procesión, acompañada por música de bombo y flauta, se bendice a diferentes grupos de personas: autoridades del resguardo, hombres casados, jóvenes (tanto hombres como mujeres), mujeres casadas, niños, “escueleros”, así como los lugares apreciados por ellos como destacados. Esta bendición es muy valiosa y todos procuran que les llegue el agua bendita en el momento de la aspersión realizada por quien preside la celebración.
La procesión llega a su fin en la casa indígena y, una vez dentro, se da comienzo a la celebración de la misa y los bautizos. Los indígenas que colaboran en la ceremonia dan consejos a todos los participantes y en especial a los padres y padrinos de los niños y niñas que recibirán el sacramento. El número de bautizos oscila entre los 30 y los 50, si se toma en cuenta que la fiesta de El Pendón es la única fecha establecida por ellos para tal ceremonia.
Terminados los bautizos, viene la bendición del agua y de los diferentes objetos colocados en la mesa o altar del pendón. Acto seguido viene la designación de quienes oficiarán de pendoneros para el año siguiente:
Pendonero mayor: se encarga de conseguir el cerdo o la res para la fiesta
Pendonero menor o chiquito: deberá conseguir un cerdo más pequeño y algunas gallinas
Capitán: encargado de conseguir el guarapo, la chicha y la leña.
Además de estos pendoneros, hay una serie de voluntarios que los acompañan para prestarles algún favor o servicio.
En ocasiones, el gobernador del resguardo se ofrece como pendonero o capitán y se encarga de llevar el sacerdote a la comunidad para la celebración de la fiesta.
La participación de las mujeres, y en especial de la mujer del gobernador y de los pendoneros, es muy activa. Deben atender con alimentos y bebida a quienes van llegando de otras partes. Asimismo, se esmeran en el cuidado a los niños que vienen de fuera. Otra tarea que deben atender es la de tener preparadas las casas en donde van a hospedarse los visitantes.
En el caso de El Hojal, en la casa indígena funciona una tienda surtida por quienes allí viven, y donde durante esos días se expende cerveza, aguardiente, gaseosas, dulces, galletas, pilas y otros artículos. En años anteriores uno de los artículos de mayor venta era el llamado “chapil” o “charuco”, un aguardiente de baja calidad que producía estragos en quienes lo tomaban. En los últimos años su consumo ha bajado reemplazado por la cerveza y, en menor medida, por el aguardiente de marca.
Si bien la fiesta se caracteriza por un marcado énfasis en lo étnico e indígena, la participación de negros y mestizos es cada vez mayor. Hasta el momento las relaciones entre negros e indígenas durante la fiesta no ha dado lugar a conflictos interétnicos; sin embargo, desde hace algunos años se advierte la presencia de mestizos, la mayoría de ellos ocupados en la siembra de la coca y que buscan oficiar de padrinos por las ventajas que una tarea como esta pueda llegar a reportarles en cuanto al acceso a lotes de terreno en los resguardos indígenas.
La autoridad indígena se ve fortalecida durante esos días de diferentes maneras. Por un lado, son ellos, concretamente los alguaciles, quienes advierten a los participantes que no podrán portar armas mientras se encuentren participando en las fiestas. Quien no quiere entregar voluntariamente su cuchillo, machete, escopeta u otro elemento considerado de riesgo, es sometido a presiones hasta que se deshaga de él.
El cepo, un elemento cuya utilización es cada vez más frecuente en las comunidades, es empleado para castigar a quienes causen desórdenes, hayan agredido a alguien o se niegan a obedecer a las autoridades. En el cepo son castigados tanto indígenas como negros y mestizos. Se les colocan los pies o manos en las cavidades y una vez cerrada la tabla con candado permanecerá allí hasta cuando las autoridades lo crean conveniente.
La autoridad también se fortalece no sólo frente a los miembros de su resguardo o a los indígenas de otros resguardos, sino igualmente con respecto a miembros de otros grupos ya sean mestizos o negros. El ejercicio de la autoridad implica la defensa y el control no sólo del territorio, sino, además, de la autonomía indígena por medio del empleo de su propia legislación.
Después de la celebración de los bautizos los participantes son invitados a bailar y a disfrutar de la fiesta no sin antes recibir los consabidos consejos por parte del gobernador. El baile por lo general se hace al ritmo de la marimba y puede durar hasta las cinco o seis de la mañana. Aunque en algunas fiestas se ha hecho presente el uso de grabadoras y equipos de sonido con música comercial, los indígenas prefieren bailar al sonido de la marimba.
Llegado el nuevo día, algunos indígenas buscan los lugares donde van a dormir, mientras otros se alistan para emprender el viaje de regreso a sus comunidades o lugares respectivos de origen.
Comunidad Alto Palay
Durante tres días se realizó la fiesta de El Pendón en la comunidad awá de Alto Palay (18) perteneciente al resguardo Gran Rosario del municipio de Tumaco.
Era la primera vez que los habitantes de este lugar y otros venidos de sitios diferentes se reunían para celebrar este acontecimiento que, como hemos dicho, no es solamente un espacio para la celebración de sacramentos como el bautismo y la eucaristía, sino que, además, es un medio de producción de identidad, de reproducción ideológica y simbólica (Botero Villegas 1991) y de ejercicio del poder propio tanto hacia adentro como hacia afuera de la comunidad por parte de las autoridades del cabildo.
Se realizaron partidos de fútbol entre las comunidades del resguardo. Muchas personas van a disfrutar de la fiesta y celebrar el bautismo de sus niños.
En Calbí se viene celebrando la fiesta de El Pendón desde hace algunos años, pero en Alto Palay es la primera vez que la comunidad se organiza para acoger a personas de otras partes y llevar a cabo este evento tan importante para todos.
Algunas personas, como las provenientes de Calbí, llegaron con “mecato” (19) y cervezas, otras conformaron los equipos de fútbol para un torneo relámpago. Alrededor de la escuela se colocaron las ventas, y en otro lugar puestos de comida atendido por señoras de Alto Palay, Honorio y Alto Limón para servir a quienes llegaban a participar en el certamen.
El baile, al son de la marimba, comenzó la primera noche caracterizándose por la numerosa participación de hombres, mujeres y niños. Cabe anotar que algunos pobladores negros que habían llevado un gran equipo de sonido para animar la fiesta y bailar debieron regresar con él sin haber podido utilizarlo porque los indígenas prefieren la música de marimba para el baile.
El tercer día comenzó con la celebración de los bautizos un poco antes de medio día, mientras los fiesteros o pendoneros -encargados de la fiesta-preparaban la “vara del pendón”, de la cual colgaron tres “postas” de marrano, un canasto, algunas yucas y plátanos. Los pendoneros cargaron la vara durante la procesión que encabezaban ellos, el gobernador iba detrás y, luego, la mayoría de personas de las comunidades presentes. Antes del recorrido, el celebrante impartió la bendición a las personas y a los productos para agradecer a Dios por la comunidad, las autoridades y los pendoneros que hicieron posible la fiesta, y para pedir que nunca falte el alimento en el territorio awá. Asimismo, se bendice agua, imágenes religiosas, fósforos, plantas curativas, las varas de los alguaciles y de las autoridades.
La procesión estuvo animada por el sonido del bombo mientras se escuchaban todavía los sonidos de la marimba instalada en la escuela. No faltaron los acostumbrados ¡vivas! a la organización, al territorio, a la fiesta y al derecho indígena.
Terminado el recorrido, de regreso a la escuela, se presentaron los fiesteros para el próximo año. Los pendoneros siempre se ofrecen voluntariamente a llevar a cabo la celebración. Ellos deben encargarse de preparar todo lo necesario para brindar una buena atención a las personas que llegan: conseguir los marranos, el guarapo, leña, chiro, plátano, yuca. Los productos que se colocan en la “vara del pendón” para la procesión, son llevados luego a la olla comunitaria. El día 28 de octubre fue escogido para celebrar la próxima fiesta de El Pendón y las siguientes. Asimismo, se está considerando la posibilidad de que el lugar de la celebración sea rotativo.
En la noche, la fiesta siguió con el baile al compás de la música de la marimba.
Cada año, en las diferentes comunidades o resguardos, la fiesta es organizada por los pendoneros, autoridades y líderes, el celebrante es invitado para que realice los bautizos, bendiga la comunidad y algunos objetos como semillas, productos, agua, imágenes, fósforos, velas, incienso y plantas. La preparación de los bautizos es atendida por los miembros de la Pastoral Indígena en colaboración con autoridades de la misma comunidad. El programa para celebrar la fiesta es elaborado días antes y anunciado, donde hay oportunidad, por la emisora local.
Los pendoneros son quienes se encargan de conseguir las ofrendas para la fiesta, deciden qué hacer, y reciben un aporte del presupuesto del resguardo para los gastos. Faltando cuatro días para la fiesta preparan el guarapo, aprontan la leña, todo en la casa indígena donde será la celebración.
Con un mes de anticipación el gobernador y un líder se encargan de hacer la programación y enviar las invitaciones a otras comunidades. Las festividades se inician con partidos de fútbol, en los que compiten con otras comunidades indígenas y, en determinados lugares, con comunidades vecinas no indígenas.
Alguien importante del cabildo toma la palabra para el saludo de bienvenida a todas las comunidades que se han concentrado para salir al recorrido, se escucha la música de marimba y del bombo, alrededor de la casa indígena han colocado casetas con ventas tanto de productos de sus cosechas, carnes de animal de monte y “mecatos” del pueblo, la bebida es controlada por las autoridades del cabildo. Durante el recorrido, alrededor de la casa indígena, en un determinado lugar se detiene la procesión para que el celebrante haga una ceremonia de bendición a las autoridades, padres de familia, jóvenes, niños y el territorio.
Delante de los pendoneros va un líder con una cruz grande, en seguida los pendoneros llevan las varas de donde cuelgan la carne, las gallinas, maíz, chiro, la música se sigue escuchando hasta retornar a la casa, donde se hace entrega de la fiesta a los nuevos pendoneros, quienes en señal reciben la bandera tricolor.
Ya en la casa se escucharán las palabras de alguna autoridad que cuenta la historia sobre el proceso socio-político que han llevado. Hay otra intervención musical y uno de los organizadores anuncia la celebración de los bautizos, iniciando con una serie de consejos para los papás, padrinos y comunidad en general, sobre el compromiso del bautismo, los consejos los dan los mayores, las autoridades tradicionales y líderes, hablan en castellano y en awapit, los compromisos tienen que ver con los valores religiosos, culturales y políticos del pueblo awá, esto puede durar hasta tres horas.
Terminados los bautizos el celebrante invitado procede a bendecir los productos que han colocado al pie del altar o sobre la mesa de celebración: semillas, algunas plantas curativas, agua, imágenes de santos, incienso, fósforos, a los lados están ubicadas las varas del pendón, la bendición debe ser ceremoniosa, es un acto de mucha importancia, las semillas bendecidas darán buen fruto, el agua servirá para regar en lugares peligrosos, es señal de protección, contra malos espíritus y se hace curaciones, también se la bebe para que les vaya bien en todo.
Después de la ceremonia religiosa los dirigentes dan paso a la fiesta bailable y ofrecen comida con la carne que han llevado los pendoneros al celebrante y misioneros les ofrecen parte de la ofrenda, quienes deben aceptar porque en caso contrario quienes las ofrecen se sienten mal por no haber sido aceptada.
El ambiente es agradable, la gente está contenta, cada delegación se organiza con su gobernador y en una caseta donde cocinan y reparten la carne que se ofreció en El Pendón, aquí ellos son dueños de la fiesta, se escucha la música de marimba, los expertos en hacerla sonar son muchos awá que se turnan para tocar durante el baile que dura toda la noche; los fiesteros ofrecen guarapo y chicha de maíz, bailan todos, desde los niños hasta las más ancianitas, algunos cansados y otros borrachos se han dormido por los lados de la casa o fuera de ella, en las casetas se puede comprar comidas como sancocho de gallina criolla y animal de monte.
Las autoridades indígenas controlan toda la noche, nadie debe portar armas de ninguna clase, los guardias están armados de bolillos y han requisado a todo quien llegue a la fiesta, el que no cumpla las órdenes establecidas es castigado en el cepo, en dos maderos pesados donde le colocan las piernas y según el caso lo colocan en el campo abierto toda la noche o por varias horas. Los vendedores venidos de otras comunidades, algunos de ellos mestizos, pagan un impuesto que sirve para la atención de los guardias.
La fiesta termina amaneciendo el día y todos emprenden su correspondiente viaje “enfiestados pero contentos”, se divirtieron, otros hicieron bautizar sus niños sin ningún problema que lamentar, las niñas pueden andar libremente de día o de noche, divertirse tranquilamente en este lugar donde encuentran su propia identidad y el espacio para relacionarse con jóvenes de otros resguardos.
Hace aproximadamente unos quince años, un misionero español escribía sobre esta fiesta tratando de hallar su origen y reflexionando sobre su sentido. Asimismo, alertaba sobre las irregularidades que se presentaban por parte de los no indígenas que asistían al evento. Deseo ofrecer algunos párrafos de este escrito que apareció en dos partes en la revista La obra máxima. Revista misional carmelitana con los títulos “América: cinco siglos de misión. La fiesta del Pendón” y “América: cinco siglos de misión. La fiesta de ‘El Pendón’ (II)” (Donázar s/f).
En este documento, donde aparecen los escudos de Colombia, Castilla y León, el autor nos aproxima a los orígenes de la fiesta. No voy a realizar el análisis discursivo que nos proporciona el artículo, simplemente lo transcribo por su valor etnográfico:
“El día de El Pendón es una institución del tiempo de la Colonia, un resto del tiempo en que los indios vivían en reducciones o poblados según mandaban las Leyes de Indias.
Con la Independencia de las Colonias se aventó el régimen de tutelaje y protección de los indios… Todos los nacidos en América eran libres e iguales… Desde entonces los indios fueron libres para ser explotados libremente sin intervención de la autoridad real o de la Iglesia.
Pero los indios no se olvidaron de su rey, de sus tutores ni de sus maestros. No se olvidaron de cuando eran ‘pueblo’, comunidad gobernada por sus caciques bajo la protección del “pendón de Castilla”. Cada año, cuando llega el 7 de agosto entraban ellos en el poblado de los blancos donde se supone que residen las autoridades reales. Hoy lo hacen con la bandera colombiana; pero entonces lo hacían portando el pendón de Castilla, el mismo que los capitanes del rey llevaban en sus conquistas, con el león y la cruz que los naturales tenían que acatar, primero en son de paz y si no, en son de guerra, porque ninguna nación de la tierra, según concebían aquellos misioneros seglares, podía quedar sin escuchar la palabra del Evangelio. ‘Mandamos a nuestros gobernantes y pobladores que, a las partes y lugares donde los naturales no quisieron recibir de paz la doctrina cristiana, tengan el orden siguiente a la predicación y enseñanza de nuestra fe: Conciértese con el cacique principal y procure atraer los indios a divertirse o a otra cosa semejante y para entonces estén allí los predicadores con algunos españoles e indios amigos secretamente… y cuando sea tiempo, se descubran y a ellos, junto con los demás, por sus lenguas e intérpretes comiencen a enseñar la doctrina cristiana y, para que la escuchen con más veneración, estén revestidos los predicadores a lo menos con albas y sobrepellices y con la santa cruz en las manos… Y, si para causarles más admiración y atención pareciere cosa más conveniente, podrán usar de música o cantores que conmuevan a los indios’.”
Después de presentar esta legislación sobre las tareas propias de estos “misioneros seglares” entre los “naturales”, Donazar describe la fiesta en las poblaciones de Altaquer, La Guayacana y Llorente:
“En la fiesta de El Pendón hay pendonero mayor y pendonero menor, Capitán grande y capitán chico. Cada uno viene a la casa del Padre una semana antes a reclamar su bandera que el día de la fiesta paseará por el pueblo, supuestamente ante las autoridades reales y el Cabildo eclesiástico. Todo esto se ha reducido hoy a la entrada de los grupos de indígenas en el poblado de Llorente y también en el de Altaquer y La Guayacana, al son de los tambores, portando calabazos de aguardiente y tasajos de animales amarrados a unas varas (20).
Hace 9 o 10 años un párroco de Altaquer, escandalizado por este derroche en gente tan pobre y por las borracheras que a la sombra del pendón se mamaban los benditos, se negó a recibir sus dádivas. Me cuentan que en la fiesta le traían al Padre colgando de las varas, media vaca, ocho medios marranos, 12 gallinas, cestas de huevos y 12 racimos de plátanos… El que mejor sepa hablar de entre los indios presentará al Padre la ofrenda y luego buscarán su acomodo en la casa de los amigos”.
2.3. Fiesta del Señor de Kwaiker
La imagen
Según la tradición, el Señor de Kwaiker (21) se apareció a un awá que iba por el camino de la planada de Kwaiker Viejo. El Señor (22) estaba parado en el camino y el awá se asustó porque nunca había visto a alguien de pie en el monte y, haciéndose el que no estaba viendo nada, pasó de largo. Luego fue a avisar a otros indígenas que vivían lejos diciendo: “he visto a un Señor parado en el monte”. Entonces, los demás awá le dijeron: “vamos a ver”, y se fueron a ver.
Allí lo encontraron de pie, pero no lo tocaron, lo dejaron allí. Después llegaron otros compañeros y dijeron: “vamos a traer a la casa”. Pero el Señor se movía. Durmió una noche en la casa a donde lo habían llevado, y luego desapareció. Los awá fueron a buscarlo y lo encontraron en el mismo lugar donde lo habían visto en un comienzo. Volvieron a llevarlo a la casa y nuevamente desapareció y volvió al mismo lugar. Entonces los awá dijeron: “vamos a dar parte, a avisar al padre de Ricaurte”, y él les dijo: “hay que ir a bautizar, a ver si se queda en un solo lugar”. Después se lo llevaron a la carretera y de allí regresó de nuevo al mismo lugar. Varias veces lo llevaron, pero igualmente regresaba. Entonces se cansaron, y como ya estaba “bautizado”, le hicieron una casa pequeña en donde se encuentra en la actualidad.
Según los ancianos awá del lugar, la aparición de la imagen del Señor de Kwaiker fue para los indígenas, no para los mestizos. Hubo un tiempo en que los mestizos sacaron al Señor a la población de Ospina Pérez, cuando empezó a abrirse la carretera.
“Allí lo sabemos ir a ver hasta Ospina, le pedimos que aumente las gallinas, las vacas, el colino de plátano, se le lleva una esperma o vela. Él da todo. Se le pide como a persona mismo. Él, como todo oye, ese Señor sí ayuda bastante.”
“Los de Ospina trajeron al Señor y le hicieron capilla para el Señor. Los indígenas le prestaban el Señor con pretexto de hacer la fiesta en la carretera, y los indígenas no lo querían prestar fácil, pero al fin se lo prestaron. Los mestizos con el tiempo no lo querían entregar. Quedó lo contrario, los indígenas teníamos que ir a prestar a los mestizos la imagen para hacer la fiesta de los awá, el primero de agosto.
En 1994, con la fuerza de los cabildos lo reclamamos, y ya no lo dejamos sacar a Ospina Pérez porque el Señor es de los awá y hoy permanece en la capilla de Kwaiker Viejo.”
La fiesta
La preparación requiere de mucho tiempo, meses y, en ocasiones, de un año entero, porque desde el mismo momento en que se termina la fiesta, con el recibimiento del nuevo pendonero o fiestero, a éste le corresponde hacer los gastos para realizar la fiesta del próximo año; debe entonces obtener el dinero para esos gastos.
Cuando se acercan los días de la fiesta, la junta del Señor de Kwaiker, conformada por presidente, secretario, tesorero, fiscal y síndico, está empeñada en organizar a la comunidad para que todos participen en la preparación. Los que habitan en Kwaiker Viejo deben hacer limpieza del lugar. Arreglan el patio y el camino, delegan algunas personas para que aporten con leña para la preparación de los alimentos; lo mismo en la colaboración con maíz para elaborar la chicha. De igual forma, se solicita a la alcaldía de Ricaurte un aporte en dinero para cubrir gastos de alimentación y de algunos juegos.
Desde el año 1995 las actividades de la fiesta se han preparado en coordinación con el cabildo. El fiestero y la junta deben contratar los músicos que ya no son del lugar sino de Ricaurte, al igual que quien construye el castillo de fuegos artificiales. Asimismo, invitan al sacerdote de la parroquia de Ricaurte para que los acompañe en la celebración de la misa.
La imagen, para el día de la fiesta, es arreglada con velas y flores que traen los “fiesteros” y diversas personas de las comunidades vecinas o de la costa. Los participantes comienzan la fiesta en un ambiente de alegría animados por el sonido de la música y la presencia de las ventas. Mientras los visitantes van a dejar velas al lado de la imagen, otros observan, caminan, conversan o se sientan.
El 31 de julio, se efectúan las vísperas con la participación de algunos indígenas. Al parecer, este acto no es de mucha significación para ellos, pues la respuesta es relativamente poca en cuanto a su participación en la celebración. Sin embargo, la presencia ante la imagen del Señor es de respeto en todo momento, estando de pie, sentados, observando o colocando velas. Éstas son colocadas junto a la imagen siendo frotadas antes a los niños en la frente, espalda o manos. Otras velas, por el contrario, ya vienen con su intención, esto es, se compra la vela pensando en la cría de un caballo o de otro animal; también en agradecimiento de la cosecha de maíz, o para que les produzca de manera abundante la próxima siembra.
Terminada la celebración de las vísperas, comienza a sonar la música y se preparan para observar la quema del castillo que han estado organizando desde la tarde, y que se consume al ritmo de la música; desde este momento continúa el fiestero distribuyendo chicha, guarapo o chapil a todos los presentes. En la medida en que van consumiendo el licor también va aumentando la participación en el baile. La música es variada, música colombiana o música ecuatoriana, esta última tiene muy buena acogida. Igualmente se escucha música de marimba que incorpora música de Nariño y de Ecuador.
El primero de agosto, a las 11 de la mañana, es la celebración de la misa; en ella se manifiesta una mayor participación tanto de los habitantes del lugar como de quienes han venido de otros sitios. Terminada la celebración se efectúa a la procesión con la imagen de la virgen. La imagen del Señor no la sacan, según dicen, para no dañarla. En la procesión, quienes cargan la imagen son el fiestero o pendonero. También se hace presente el nuevo fiestero quien preparará la fiesta del año próximo. Él es quien lleva la bandera colombiana y, asimismo, es quien inicia la procesión que se desarrolla frente al pueblo. En esta caminata, mientras se pasea la imagen, se entonan cantos bien conocidos por todos. Terminada la procesión, los asistentes entran a la capilla a dejar la imagen y salen luego para participar del almuerzo comunitario: sopa de carne, chicha de maíz o guarapo.
A partir de este momento, muchos awá salen para sus hogares, otros se quedan para seguir disfrutando de la fiesta.
3. Conclusiones
Aunque de una manera muy sumaria, hemos podido descubrir algunas de las prácticas sociopolíticas en ciertas manifestaciones religiosas de los awá que habitan en el bosque húmedo tropical del departamento de Nariño en Colombia. Asimismo, esas prácticas son un ejercicio importante para potenciar la capacidad de seguir reproduciendo esas y otras manifestaciones culturales. Al abandonar el espacio de “la carretera” (23) donde anteriormente se llevaban a cabo las fiestas y celebraciones de sacramentos, la organización del pueblo awá dio un giro importante en el tipo de relaciones que hasta ese momento habían dominado la historia regional durante varias décadas. En efecto, no sin resistencia por parte de los blanco-mestizos asentados en las poblaciones de la carretera, los indígenas tomaron el destino de sus comunidades y organizaciones en sus propias manos. Ya no dependían de las autoridades estatales locales -corregidor y alguacil- para la solución de sus problemas internos ni de los tenderos y fiesteros de los pueblos para realizar sus celebraciones festivas. Ahora ellos habían demostrado en la práctica una mayor capacidad para realizar este tipo de eventos.
La fiesta, asimismo, cumple la función de reproducir, afianzar y estandarizar el universo simbólico de los awá, lo cual les ha permitido también resistir propuestas desestabilizadoras provenientes de mestizos y negros asentados en las inmediaciones de sus comunidades, así como de grupos evangélicos que desvirtúan este tipo de manifestaciones culturales.
El hecho religioso se encuentra fundamentalmente en una serie de creencias que nos advierten acerca de la manera como los awá conciben el mundo, a los demás y a sí mismos. Estas creencias también nos llevan a observar aquellos elementos que, como la cruz, los muertos o ciertos lugares dentro del territorio, tienen un espacio importante en el acontecer diario del grupo. Esas creencias son la columna vertebral del hecho religioso de este pueblo indígena por cuanto ellas están en la base de las expresiones rituales que hemos descrito tanto en las fiestas como cuando los escuchamos contar un relato.
La vivencia de lo religioso en los indígenas awá no es, entonces, un hecho aislado de su vida diaria ni está tampoco desligado de aquellas relaciones-económicas, políticas, sociales, interétnicas e interculturales- que mantienen con relativa frecuencia con los diferentes grupos asentados en la región e, indirectamente, con diversos actores estatales y no estatales que tienen su asiento en otros departamentos o en la capital del país. Estas relaciones que he denominado fronterizas (Botero Villegas 2007, 2008), caracterizadas por la mutua influencia; por la ambigüedad; por una liminalidad vivida entre la aceptación, el rechazo, el recelo, la necesidad y la abierta hostilidad, nos mostraron que el hecho religioso en los awá siempre se está recomponiendo o refuncionalizando para poder cumplir con aquellas expectativas que surgen dentro de los procesos históricos y sociales que allí se viven y que, a su vez, guardan relación con la implementación de cierto tipo de políticas estatales -proyectos agroindustriales, seguridad democrática, erradicación de cultivos de uso ilícito…- pero también con fenómenos que, como el conflicto armado, el narcotráfico y la migración, entre otros, han aparecido como retos que los awá deberán seguir enfrentando.

Notas
1. En otro lugar (Botero 1992) me refiero a que puede hablarse de sistema por cuanto, a mi modo de ver, esas creencias guardan relación unas con otras, es decir, que no se encuentran dispersas y no son contradictorias sino que, por el contrario, conservan una coherencia que les permite ser estimadas como válidas, de lo contrario, hubieran sido excluidas de la vida de los awá. También podría hablarse -acudiendo a Bourdieu (1991)-, de campo religioso, en donde las creencias de los awá entran a disputar su legitimidad con las del catolicismo oficial o el catolicismo practicado por los mestizos y negros de la región.
2. Si bien Evans-Pritchard (1977) señalaba con esta expresión diversos tipos de relaciones familiares entre los Nuer, pienso que igualmente puede ser utilizada aquí para analizar la situación que se da entre aquellos grupos o personas que si bien están físicamente cercanos, sus intereses son muy distintos y no hay lazos de unión entre ellos. Por eso, los awá que por alguna razón no participan de las fiestas, están más cerca de quienes participan que los mestizos que se encuentran allí. Los símbolos religiosos awá no son compartidos por los mestizos por cuanto se inscriben en “marcos interpretativos” (Landsman 1985) y culturas diferentes.
3. Plátano verde pequeño.
4. Cascadas o chorros de agua.
5. También se le conoce con el nombre de Ambarengua.
6. “Molino para extraer el jugo de algunos frutos de la tierra, como la aceituna o la caña de azúcar” (DRAE).
7. Bebida fermentada del jugo de la caña de azúcar.
8. Se trata de un análisis sincrónico como resultado de un proceso diacrónico, es decir en el tiempo. En otras palabras, el estudio se aproxima al hecho religioso actual pero sabiendo que es el resultado de un pensar y accionar cotidiano, es decir, histórico.
9. Vieja. La creencia en la tundaes compartida por los negros del litoral pacífico nariñense.
10. Preparar la tierra para sembrar.
11. Unidad Indígena del Pueblo awá.
12. Chutún o walpura, enfermedad común en los indígenas awá que se caracteriza por un agotamiento excesivo. En ocasiones se designa walpura al rito que se realiza para la sanación. Hay quienes se refieren al chutún como un duendecillo. Aquí nos referiremos al chutún como enfermedad.
13. Trabajo comunitario.
14. Bajo la influencia negativa de un duende.
15. Término con el que se designa a los habitantes de los departamentos de Antioquia y Caldas y, por extensión, a los de Risaralda y Quindío. En otra versión el diablo es negro.
16. Tayasus pecari. Animal de monte del tamaño de un gato, cuya carne es comestible.
17. Como Pendón se designa específicamente a la vara de madera de donde penden o cuelgan algunos productos agrícolas y pecuarios que se presentan para ser bendecidos y luego entregados al celebrante principal.
18. Fuente: Diario de campo de Nohemy Erazo. Mía la elaboración.
19. “Pequeño refrigerio que se toma entre comidas” (DRAE).
20. Esta vara se ha constituido, para la mayoría de indígenas, en el actual pendón.
21. Fuente: Hna. Nohemy Valenzuela. Mía la elaboración.
22. Se refiere a una imagen esculpida.
23. Llorente, La Guayacana, Altaquer y Ospina Pérez son poblaciones que se levantan en la vía Pasto-Tumaco.



Bibliografía

Botero Villegas, Luis Fernando
1991 “La fiesta andina, memoria y resistencia. Estudio introductorio”, en Luis Fernando Botero Villegas (comp.), Compadres y priostes. La fiesta andina como espacio de memoria y resistencia cultural. Quito, Abya-Yala: 11-36.
1992 Indios, tierra y cultura. Quito, Abya-Yala.
2003 Para que respeten. Historia y cultura entre los awá del suroccidente colombiano, Medellín, Diócesis de Tumaco-Misereor.
2007 “Los indígenas awá y las relaciones fronterizas”, Gazeta de antropología, Nº 23:
http://www.ugr.es/~pwlac/G23_13LuisFernando_Botero_Villegas.html
2008 “Los awá y sus relaciones religiosas fronterizas”, Revista Indiana, nº 25, Berlín: 9-26.
Bourdieu, Pierre
1991 El sentido práctico. Madrid, Taurus.
Donazar, Anselmo
s/f “América: cinco siglos de misión. La fiesta del Pendón”, La obra máxima. Revista misional carmelitana. San Sebastián.
Evans-Pritchard, Edward E.
1977 Los núer. Barcelona, Anagrama.
Haug, Eugen (y Mary Moreno)
1991 Recolección de información. Manuscrito.